El yo físico que podemos ver y tocar está hecho del mismo
material del que está hecho todo lo demás. Sin embargo, usted es diferente de
las cosas externas a usted mismo. Para comprender esto, considere las cuatro
categorías que describen el mundo: mineral, vegetal, animal y humana.
Si tomáramos una muestra de cada una de estas categorías,
las pulverizáramos y colocáramos el polvo en cuatro recipientes separados para
analizarlas, el informe no presentaría ninguna diferencia discernible. Las
muestras mineral, vegetal, animal y humana comprenderían todas las mismas
materias primas.
Y sin embargo, todas estas muestras difieren entre sí de un
modo invisible, que está más allá de lo material. Las diferencias, no obstante,
no se encuentran en la conformación física de las cosas. Se hallan en lo que
llamaremos conciencia’. Cada categoría tiene un nivel distinto de conciencia.
Nosotros estamos conformados por los mismos elementos que
las otras categorías, pero tenemos niveles de conciencia todavía más elevados.
Tenemos poder para comunicarnos con la inteligencia
organizadora y para crear una vida placentera. Podemos conocer la inteligencia
organizadora divina que forma parte de nosotros, aunque haya estado durmiendo
desde que tenemos memoria.
Usted necesita comenzar a mirar hacia su interior para ver
quién es y por qué está aquí.
USTED ESTÁ AQUÍ POR UNA RAZÓN
Existió un instante del tiempo en el cual usted estuvo en
«ninguna parte». En el momento anterior a la concepción estaba «ahí». Luego, en
un instante glorioso, pasó de ninguna parte al aquí y ahora.
Habrá otro instante glorioso en el que pasará del aquí y
ahora a ninguna parte. A ese momento lo llamamos muerte.
Pero usted —ese usted inspirado, inmutable, eterno,
indivisible— continuará viviendo.
Si es verdad que formamos parte de un sistema inteligente,
podemos suponer que ese paso desde ninguna parte al aquí y ahora tiene un
propósito. Al darse cuenta de esto puede dejar de plantearse si es una creación
divina con un propósito, y sencillamente aceptar que lo es. Forma parte de este
sistema inteligente, y está aquí por alguna razón divina.
Esa razón tiene que ver con la energía espiritual sobre la
que estoy escribiendo. El conocer su yo espiritual constituye su búsqueda
sagrada y el reto de su vida.
Muchísimos de nosotros hemos crecido en la creencia de que
somos el cuerpo que los alberga, el trabajo que realizamos y la religión que
practicamos. Nuestras vidas participan de las realidades exteriores al mismo
tiempo que vemos que siempre cambian. Sin embargo, en alguna parte de nuestro
interior, nos sentimos iguales.
Puede que nunca le haya dedicado mucho tiempo a ese aspecto
del yo, pero si lo hace descubrirá un yo interno que nunca cambia, sino que se
encuentra inmerso en un mundo cambiante.
Es probable que algún día su yo físico descanse bajo una
lápida que dé cuenta de la fecha de su nacimiento y de la de su muerte. Pero su
alma interior sabe que usted es eterno. En esa faceta de su yo carece de forma,
no tiene límites. Sin límites no hay nacimiento ni muerte. Lo que ha nacido
morirá, lo que nunca ha nacido nunca puede morir.
¡Su yo espiritual nunca nació! ¡Su yo espiritual nunca
morirá!
El saber esto de una forma que no deje lugar para la duda le
capacitará en gran manera para su búsqueda sagrada.
Cuando llegue a ese estado, sabiendo que quien es usted es
el yo inmutable, tendrá un propósito en su vida. Sogyal Rinpoche, en The
Tibetan Book of Living and Dying {El libro tibetano del vivir y del morir),
dice esto con unas palabras que merecen ser enmarcadas:
… Aun en el caso de que pudiéramos pensar en la
posibilidad de una iluminación, una sola mirada a lo que compone nuestra mente
—enojo, codicia, celos, desprecio, crueldad, lujuria, miedo, ansiedad y
agitación— minaría para siempre la esperanza de conseguirla.
… La iluminación… es real; y cada uno de nosotros puede,
quienquiera que seamos, en las circunstancias correctas y con la preparación
apropiada, comprender la naturaleza de la mente y conocer por tanto lo que es
inmortal y eternamente puro en nosotros. Ésta es la promesa de todas las
tradiciones místicas del mundo, y ha sido cumplida y está siendo cumplida en
incontables millares de vidas humanas.
Usted puede ser uno de esos millares de seres humanos
iluminados. Esto sucederá cuando descubra la naturaleza de su verdadero yo, y
relegue a un segundo plano, donde le corresponde, la parte de usted que está
centrada en lo físico.
Desde allí podrá animarse a continuar y mantener su yo
elevado, en lugar de actuar de forma que minen su esencia espiritual.
Todo este asunto de la búsqueda sagrada es real, y puede
conocerlo, amarlo y atesorarlo. Una vez que lo haga, ya no querrá volver a
vivir de ninguna manera que sea inconsecuente con su yo divino e invisible.
Usted no es ese nombre, ni esa ocupación, ni ese número de
la seguridad social, ni ese cuerpo.
Usted es luz eterna y un don divino, con independencia de lo
que haya hecho o dejado de hacer. Con independencia de su familia, o de la etiqueta
que le hayan colgado. En la inteligencia de Dios usted es sagrado, y tiene un
propósito para estar aquí.
Ese propósito no lo encontrará en el mundo físico. Cuando
deje de buscar la satisfacción en el mundo externo, la totalidad de su ser,
incluido su mundo material, reflejará su divinidad.
La verdadera definición de la propia conciencia es el
descubrimiento del yo superior y la jubilosa vida. Es la conciencia de su
energía interior y lo más elevado de usted mismo. Es una conexión con lo divino
y todo lo inmutable. La propia conciencia está en la génesis de su yo.
Extracto del libro Tus Zonas Sagradas
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