Un profundo silencio lo impregna todo alrededor, y el
movimiento se ralentiza y se serena. Todo irradia una intensa vitalidad. Todas
y cada una de las cosas son conscientes de todas y cada una de las demás. La
cualidad luminosa de la radiación es abrumadoramente Divina en su naturaleza.
Lo abarca absolutamente todo en su total Unidad, de manera que todas las
cosas están interconectadas, en
comunicación y armonía, a través de la conciencia y por el hecho de compartir
la cualidad básica de la esencia de la misma existencia.
La Presencia es un continuo que ocupa completamente lo que
era previamente, ante la percepción ordinaria, un espacio vacío. Esa
Consciencia interior no es diferente del Ser, pues impregna la esencia de todo.
La Conciencia es consciente de su propia consciencia y omnipresencia. La
existencia es Dios, y su expresión, tanto en la forma como en la no forma,
impera igualmente en todos los objetos, personas, plantas y animales. Todo se
halla unido por la Divinidad de la existencia.
Esa Esencia penetrante lo incluye todo sin excepción. Los
muebles de la habitación son iguales a las rocas o a las plantas en su
importancia o trascendencia. Nada queda fuera de la Totalidad omniabarcante,
total, completa, que no carece de nada. Todo es de igual valor, porque el
único valor real es la Divinidad de la existencia.
Eso que es el Ser es total y completo, y está
igualmente presente en todas partes. No existen necesidades, deseos o
carencias. Ninguna imperfección ni discordia es posible, y todo objeto parece
una obra de arte, una escultura de belleza y armonía perfectas. La Sacralidad
de toda la Creación es la reverencia que todas y cada una de las cosas muestran
por todas y cada una de las demás. Todo se halla imbuido de un gran esplendor,
y todo guarda silencio en su sobrecogimiento y reverencia. La Revelación
infunde una serenidad y una Paz infinitas.
Al contemplar el cuerpo, este se revela igual a todo lo
demás: sin pertenecer ni ser poseído por persona alguna, igual a los muebles u
otros objetos, y simplemente una parte más de Todo Lo Que Es. No existe ninguna
sensación personal acerca del cuerpo, y no hay identificación alguna con él. Se
mueve espontáneamente, ejecuta correctamente sus funciones corporales y camina
y respira sin esfuerzo. Esta autopropulsado y sus acciones vienen determinadas
y activadas por la Presencia. El cuerpo es simplemente un ―eso‖, igual a
cualquier otra ―cosa‖ en la habitación.
En la superficie, las palabras suenan superficiales; pero en
el nivel más profundo, tienen penetrantes implicaciones espirituales.
Serenada por el Silencio de la Presencia, la mente se
encuentra silente, sin palabras. Ninguna imagen, concepto, o pensamiento se
sucede. No hay nadie que los piense. Al no haber ninguna persona presente, no
hay quien piense ni quien actúe. Todo sucede por sí mismo, como un aspecto más
de la Presencia.
En los estados de conciencia ordinarios, el sonido se impone
sobre el fondo del silencio y lo reemplaza. En cambio, en la Presencia,
sucede lo contrario. Aunque el sonido es perceptible, se encuentra en el fondo.
El Silencio se impone de tal modo que no se ve interrumpido ni desplazado por
el sonido. Nada trastorna su serenidad ni interfiere en su paz.
No hay más que un estado constante de Ahora. No hay
acontecimientos ni sucesos porque todo comienza y termina, todo empieza y
acaba; los acontecimientos solo tienen lugar en la conciencia dualista de un
observador. En ausencia de esta, no hay sucesión de acontecimientos que puedan
ser descritos o explicados.
En lugar de un pensar, hay un conocer auto revelado que
imparte un entendimiento completo, que se explica por sí mismo a través de su
refulgente esencia. Es como si todo hablara silenciosamente y se presentara en
su totalidad en la absoluta belleza de su perfección, manifestando de este modo
su gloria y revelando su Divinidad intrínseca.
En el mundo ordinario, solo se puede tocar la superficie de
las cosas; pero, en la Presencia, la esencia más profunda de cualquier cosa se
halla entremezclada con la de todas las demás cosas. En su contacto con la
esencia interior de todo, uno es consciente de que la Presencia está siendo
sentida por todas las demás cosas, objetos o personas.
El poder de su suavidad es ilimitado e impregna Todo Lo Que
Es, y de su poder surge la propia existencia, que es tanto creada por el poder
como, al mismo tiempo, sustentada por él. En ningún lugar hay vacuidad, dado
que la Presencia llena tanto el espacio como el interior de los objetos. Cada
hoja sabe cómo está siendo experimentada por todo lo demás y comparte el gozo
de la Divina Presencia.
Todo se halla en un estado de silencioso regocijo, por
cuanto su conciencia es una experiencia de la Divinidad.
La apariencia humana ha asumido un aura totalmente
nueva. El Ser Uno resplandece en los ojos de todos. Todos los rostros irradian
y todos son igualmente hermosos.
Lo más difícil de describir es la interacción entre las
personas, que se mueve en un nivel diferente de comunicación. Existe un amor
obvio entre todos. Sin embargo, sus palabras cambian de tal manera que toda
conversación se convierte en algo amoroso y pacífico. El significado de las
palabras que se escuchan no es el mismo que el que encuentran los demás al
escucharlas. Los significados de las propias palabras han sido transformados a
un plano superior por los yoes superiores de las personas implicadas unas con
otras, y la comunicación de la comprensión se encuentra en un plano superior.
Al ignorar a los yoes inferiores, los yoes superiores se
comunican entre si directamente, y los yoes ordinarios de las personas parecen
no ser conscientes de ese nivel superior de conversación que está teniendo
lugar. Al mismo tiempo, las personas sienten intuitivamente que algo
diferente a lo habitual está sucediendo. La presencia consciente del
Ser crea un campo de energía que resulta sumamente agradable a las personas.
Este campo de energía lleva a cabo lo milagroso y trae armonía a los
acontecimientos, junto con cierta sensación de paz a todos los que lo
experimentan.
La Creación es el Presente y el Ahora. Este Ahora es
continuo, de modo que no son posibles ni los principios ni los finales. La
visibilidad, o la materialidad en sí, no son más que fenómenos sensoriales y no
una condición necesaria para la existencia, la cual en si misma es sin forma y
sin embargo intrínseca a toda forma. Dado que todo está siempre en proceso de
creación, todo es una expresión de la Divinidad, o de lo contrario no tendría
la capacidad de existir en modo alguno.
Todos los seres que sienten son iguales. Solo la
manifestación material está sujeta al cese; y la esencia no se ve afectada, y
conserva la potencialidad de reaparecer en forma material.
La naturaleza de la creación, que está más allá del tiempo,
del espacio y de la causalidad, se revela por sí misma y se presenta a la
consciencia de la Conciencia como un don de la Presencia. Todas las cosas son
intrínsecamente sagradas en la divinidad de su creación. Cuando la crítica y la
discriminación de la percepción dualista se dejan a un lado, se revela la
perfección y la belleza absoluta de todo.
Debido a que la naturaleza de la Creación no es evidente
para la conciencia ordinaria, la mente manipula enigmas sin respuesta, por
ejemplo, ¿cómo puede un Dios ―bueno‖ permitir tanto ―mal‖? Más allá de la
percepción dualista y de las categorías arbitrarlas de la manifestación, no hay
nada bueno ni malo que explicar, y se puede ver que el universo es, en
sí mismo, inofensivo. La mente humana construye sus escenarios de
objetivos y deseos, y los acontecimientos pueden coincidir con ellos o no.
Tanto la tragedia como la victoria tienen lugar solo dentro de las limitaciones
de la mente dualista y no son independientes de la realidad. Todo lo que hay en
este mundo parece surgir y luego disolverse dentro de las limitaciones de la
percepción. Pero, en la medida en que la Realidad esta más allá del tiempo, el
espacio y la forma, es irrelevante si una ―cosa‖ o una ―persona‖ existen
durante una décima de segundo o durante miles de años. Así, el empeño
por vivir unos cuantos años más o incluso unos pocos instantes más se antoja
una ilusión vacía, porque la existencia no se experimenta en modo alguno dentro
del tiempo. Este instante es la única realidad que está siendo
experimentada; todo lo demás es una abstracción y una construcción mental. Por
lo tanto, uno no vive en absoluto setenta años; solo este mismo instante fugaz
es posible.
En la realidad de la no dualidad, todo está
completo, y el deseo se sustituye por el aprecio.
La totalidad de la Unidad del Todo no se puede experimentar.
Más bien, se conoce
en virtud de serla.
El Yo del Ser es el Ojo de Dios presenciando el despliegue
de la Creación como Ahora.
Resumido del Cap.1 de “El Ojo del Yo”
Maravilloso Amada Tahita!!!!
ResponderBorrarGRACIASSS Infinitas por este aporte!!!!
Graciasss
ResponderBorrarGracias, hermosísimo, bendiciones
ResponderBorrar