Por Graciela Figueroa*
El enojo es, en esencia, un plus de energía. Un recurso
destinado a aumentar nuestros recursos para resolver la situación que nos
enojó. Sin embargo, esta emoción ha quedado asociada a su faceta más tóxica y
destructiva: agraviar, reprochar y descalificar. Claro que enojarse y pelear no
es lo mismo. Pelear es entrar en batalla. Enojarse es la expresión de un
intenso desacuerdo. Por ello es tan importante aprender a expresarlo y a transformar
el enojo que destruye en un enojo que resuelve sin dañar a los otros
ni a nosotros mismos.
El enojo puede orientarse hacia el castigo al otro para
hacerlo sufrir por lo que hizo, o hacia la resolución de aquello que nos enojó.
Esta emoción no es esencialmente violenta o destructiva, pero
nuestra expresión del enojo o nuestra reacción hacia él sí pueden serlo.
«Pelear es entrar en batalla. Enojarse es la expresión de
un intenso desacuerdo. Por ello es tan importante aprender a expresarlo».
Voy a enfocar un aspecto: el enojo que se expresa
como autoafirmación respetuosa y amorosa. Sí, el amor puede impulsar al
enojo (igual que cuando una mamá pone un límite o corrige una imprudencia de su
hijo). Esa condición se manifiesta en aquellos enojos respetuosos, firmes,
plenos de sentido y fuerza amorosa.
¿Cómo enojarnos así?
Es un camino de aprendizaje personal y también
colectivo. Y, si bien no hay recetas mágicas, algunas inefables certezas
nos alientan a salir de la conducta automática y crear nuevas y fecundas
respuestas a los desencuentros con el otro y con uno mismo.
Volvamos al principio: nos enojamos cuando
experimentamos una intensa frustración o desacuerdo.
Las escenas pueden ser muy diversas: el vecino hizo una obra
en su casa y la pared de mi living muestra una rajadura… Mi marido nuevamente
olvidó traer el vino que le pedí para la comida de esta noche y recibimos
invitados… Podemos reflexionar acerca de por qué nos enojamos, las creencias
que nos impulsan, las diferentes reacciones que el otro tiene, o las ocasiones
en que nos enojamos con nosotros mismos… Estos temas, tal vez los compartamos,
en otra ocasión.
Aprender a transformar el enojo
Hoy quiero sugerirles observar lo siguiente: si evocan
alguna situación en la que se enojaron y centran la atención en ustedes, ¿están
de acuerdo con haber actuado así? Tal vez me respondan que les habría
gustado ser más directos, no gritar ni agraviar, expresarse con firmeza y
claridad sin desbordarse.
Más allá del motivo o de la relación que tienen con quien se
enojaron, incluso de lo que esperan que el otro haga, observen qué
hacen y qué dicen cuando están enojados. Es muy común, incluso, que algunas
personas no expresen su enojo en absoluto, con el consecuente malestar interno
que ello causa.
No expresar el enojo también nos daña e indirectamente
afecta a nuestros vínculos.
Expresarlo con juicios y agravios también. Un ejemplo: “¡Vos
siempre igual! Te pedí que compraras el vino y otra vez te olvidaste… ¡No se te
puede pedir nada, parece que lo hicieras a propósito! «. Frente a
eso, siempre hay otra respuesta posible: “¡Qué frustración!
Estoy enojada porque no trajiste el vino y acordamos que ibas a comprarlo vos.
Te pido que por favor lo compres. Ahora necesito calmarme y me va a ayudar que
lo resuelvas. ¿Podrías hacerlo?”.
Hay infinitas posibilidades para transitar la expresión del
enojo. ¿Cuál es la tuya? ¿Cuál sería su manifestación amorosa?
En el libro La Sabiduría de las Emociones, del
doctor Norberto Levy (maravilloso libro que les recomiendo), describe cuatro
componentes de esta emoción. Repaso brevemente uno de ellos: comunicarle
al otro el impacto que produjo en mí su acción. Es decir, poner en palabras
qué actitud me enojó y cómo me sentí al respecto. Muchas personas creen que
manifestarlo es señal de debilidad. “No voy a darle el gusto de hacerle
saber cuánto me afectó lo que hizo…”. Sin embargo, cuando lo
expresamos nos autoafirmamos, fortalecemos y nos integramos. Hablar de eso
no significa que no estemos enojados, o que la situación se haya resuelto, sino
que ya nos encontramos en mejores condiciones para proporcionar lo que ocurrió
y comunicarlo.
«Expresar los sentimientos o la causa de del enojo no
requiere ni agraviar ni reprochar ni descalificar al otro. Aprenderlo es el
arte del respeto».
Es importante destacar también que expresar los sentimientos
o la causa de del enojo no requiere ni agraviar ni reprochar ni descalificar al
otro. Aprenderlo es el arte del respeto.
Otro componente, y tal vez el más relevante para facilitar
el enojo amoroso, es hacernos la siguiente pregunta: «¿Realicé alguna
propuesta que permita reparar lo reparable (si esto es posible) o evitar que
vuelva a ocurrir en el futuro?«. No olvidemos que existe un desacuerdo y
que es necesario que nos enfoquemos en resolverlo. Los enojos
destructivos se orientan a hacer sufrir al otro: dar un portazo,
bloquear, insultar, descalificar o reprochar… y esto solo agrava más la
situación y deteriora los vínculos.
Vincularnos amorosamente no depende tanto de no enojarnos
como de permanecer en contacto con la trama de afecto y respeto hacia nosotros
y hacia los demás. En el interior de todo enojo se acurruca el dolor
por el amor que creemos perdido y el anhelo de recuperarlo. Las propuestas
para resolver cualquier desencuentro son expresiones de ese amor, semillas de
fertilidad en los vínculos, caminos que aspiran a llegar a buen puerto, manos
tendidas hacia el encuentro.
Graciela Figueroa es Counselor. Especialista en Emociones
y Diálogos Interiores. Formadora en Auto asistencia Psicológica.
https://www.sophiaonline.com.ar/el-enojo-que-no-dana/
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