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sábado, 9 de noviembre de 2019

“El Cerebro Digestivo” Entrevista a la Dra. Irina Matveikova

La doctora Irina Matveikova trabaja en la Clínica de Salud Digestiva de Madrid y ha presentado el libro Inteligencia digestiva (La Esfera de los Libros) para acercarnos al mundo poco conocido de la tripa y las funciones digestivas. Ahí, un auténtico segundo cerebro lleva a cabo su actividad, desde tiempos inmemoriales. Aparentemente relegado a un puesto segundón por el cerebro de la cabeza, no solo garantiza nuestra supervivencia sino que además nos ofrece una sabiduría ancestral basada en la percepción directa y las intuiciones… si es que lo queremos escuchar.
UN CEREBRO EN LAS TRIPAS

¿Puedes explicarnos el concepto de cerebro digestivo?
En 1999 el profesor Michael Gershon de la Universidad de Columbia, de Nueva York, publicó un ensayo tras haber estudiado durante 30 años el sistema nervioso entérico. Descubrió que tenemos cien millones de neuronas entre dos capas musculares del tubo digestivo, que son totalmente idénticas a las del sistema nervioso central (el cerebro superior). Estas neuronas tienen el mismo lenguaje neuronal que las del cerebro y producen los mismos neurotransmisores (sustancias químicas destinadas a producir algún efecto). Lo más interesante de esto ha sido descubrir que el 90% de la serotonina (la famosa hormona de la felicidad y el bienestar) se produce y se almacena en el sistema nervioso entérico, o cerebro digestivo. También tenemos ahí sustancias parecidas a las benzodiazepinas, lo que quiere decir que tenemos poder ansiolítico (tranquilizante) en la tripa. Este segundo cerebro tiene un vínculo profundo con nuestras emociones y nuestro bienestar.

¿A qué responde lo que se pone en marcha en este cerebro?
Ha aparecido una ciencia nueva, que se llama neurogastroenterología, que se dedica a estudiar los trastornos psicosomáticos con expresión gastrointestinal. Es decir, cómo canalizamos emociones a través del sistema digestivo, e, inversamente, cómo el sistema digestivo afecta a nuestras emociones; cómo desarrollamos enfermedades psíquicas o físicas y cuál es el papel de este segundo cerebro en relación con ello.
Todavía no está muy claro cómo usar el potencial de este segundo cerebro, pero sí se sabe por ejemplo que se puede liberar serotonina gracias a un bolo alimenticio que se mueva a través del tubo digestivo; si provoca que los músculos se estiren, se desencadena una reacción neuroquímica. Por eso cuando uno come copiosamente, o deprisa, puede experimentar una relajación, un bienestar, lo que puede constituir una manera de combatir la ansiedad u otras emociones. Ahora bien, esta no es una forma sana de proceder. Hay medicinas naturales, milenarias, que proponen un aumento del bienestar mediante técnicas variadas. Aplicar calor, un masaje suave y dulce en la tripa, la respiración abdominal, un ritual de meditación, la acupuntura, así como los mimos y una buena alimentación ¡pueden ayudarnos a obtener mucha serotonina sin contraindicación alguna!

¿Qué características tiene el cerebro digestivo?
Se dice que es el cerebro más antiguo; que tiene el sello de toda la evolución humana. Mientras desarrollábamos el cerebro, la conciencia lógica, constituía la base de la supervivencia. La serotonina tiene aquí la función de regular los movimientos musculares peristálticos y amplificar las transmisiones sensoriales ‘básicas’, las cuales se relacionan en primer lugar con la supervivencia y, además, están vinculadas a la defensa, la intuición, el sexo, la nutrición y diversos deseos e impulsos (que con la evolución hemos aprendido a suprimir e ignorar).
Gracias al cerebro de la cabeza hemos desarrollado una gran superioridad, pero en cambio, y contrariamente a los animales, nos hemos olvidado de escuchar al cerebro de la tripa. Es un cerebro con mucha capacidad. Por supuesto, no va a crear poemas o participar en debates socráticos, pero es muy intuitivo y perceptivo. La inteligencia del cerebro digestivo no pasa por el filtro de la conciencia ni de la voluntad ni de influencias externas, sino que ya está desarrollado mientras crecemos durante la infancia.

¿Se relaciona con el cerebro de la cabeza de algún modo?
Permanentemente; y esto es un descubrimiento. Porque antes pensábamos que había un sistema nervioso en el tubo digestivo totalmente dominado por el sistema nervioso central; que había solamente una dirección, que era el cerebro superior el que ordenaba y decía qué hacer. Pero no es así. De hecho, el cerebro digestivo es totalmente autónomo. En el caso de traumas de la columna, por ejemplo, que impiden que las órdenes del cerebro superior lleguen abajo, el sistema digestivo es capaz de sobrevivir sin el cerebro superior. ¿Podemos influir sobre este cerebro con la mente?, pues no, porque la mente es tramposa y podríamos poner nuestra supervivencia en apuros.
“Ahora bien, se ha descubierto que hay una influencia en las dos direcciones: a causa del estrés, o de un pensamiento negativo, o de una tensión emocional, etcétera, podemos cargar el cuerpo, somatizar esa tensión o ese estrés y manifestarlo a través de una diarrea, un estreñimiento, un cólico, una inflamación u otros modos. En el sentido contrario también tiene lugar una influencia: una gastroenteritis por brote agudo del colon irritable, un cólico, un espasmo, una úlcera, produce tantas molestias y tanto trastorno que la mente se nubla; no se puede tener una mente clara, una actividad intelectual y física correctas si el sistema digestivo no lo permite.

¿Existe una correlación entre determinados problemas digestivos y diferentes tipos de personalidad?
En efecto, las personas que sufren ‘estrés o neurosis digestiva’ tienen características psicoemocionales y conductas personales y sociales muy específicas. “Cuando hay problemas con la función neuronal digestiva y cuando la producción de la serotonina del sistema nervioso entérico es escasa, la persona experimenta estreñimiento, digestión pesada, ‘estancamiento’ y ‘pesadez’ en todos los niveles y sentidos. Por el contrario, cuando hay una producción y una actividad elevada de serotonina en el sistema digestivo, que alcance incluso un cierto desequilibrio y una reactividad o sensibilidad ‘desbordada’, observamos,localmente, los síntomas del intestino irritable, con todo su abanico de manifestaciones.
“De esta manera, es fácil observar que las personas que padecen depresión generalmente sufren estreñimiento y problemas digestivos, mientras que las personas con síndrome de colon irritable tienden a la ansiedad, a los ataques de pánico, a los trastornos de atención y a la hiperactividad. Lo que ocurre en nuestro cerebro ocurre en nuestro intestino, y viceversa. Por supuesto, siempre existen casos que no encajan en estos patrones psicológicos.
“Para las medicinas orientales, como la medicina tradicional china, o el Ayurveda, la tripa es el centro vital; el chi fluye de ahí. Es el hara, el centro del equilibrio. Toda la energía vital se concentra por debajo del ombligo. Tener un chi equilibrado significa estar equilibrado, bien nutrido, sano, y poder actuar desde el punto de vista del equilibrio físico y emocional. Harakiri es ‘cortar la vida’, la energía vital; haragei es ‘el arte del estómago’. En Oriente conciben que cuanto más cuidas, cuanto más sana tienes la zona del hara, que significa el sistema digestivo, más desarrollo espiritual puedes llegar a tener.
“El tema de la intuición también se puede desarrollar mucho. Esta voz guía, interna, muchas veces te avisa desde la tripa, y si no le prestas atención, si no la escuchas cuando te avisa de algo, se manifiesta después algún malestar.

SALUD DIGESTIVA

Has escrito que a veces se sobrevalora el tipo de alimento que se ingiere…
Para nosotros el tema de la alimentación está totalmente vinculado a la salud digestiva; a lo que comemos, a cómo comemos, al ritual de comer. Unos nos sobrealimentamos, otros tenemos carencias alimenticias sin darnos cuenta… “El tubo digestivo funciona de cuarta nada. Entonces no se trata de la manzana, sino de cómo la recibes. Obviamente si el sistema digestivo está equilibrado la recibes completamente bien.
“Si una persona padece un trastorno digestivo hay que repasar, en primer lugar, qué come, y quizá eliminar algunos alimentos de su dieta con plena conciencia, sabiendo que al cabo de un tiempo volverá a ingerirlos. Pero lo primero por lo que hay que empezar es por la conducta, por saborear, por comer lentamente y en presencia, aquí y ahora. Tenemos que volver a comer con más gusto; porque comer es un tema muy de placer, de vida social. Y tenemos que escuchar qué nos responde la tripa. Si hay que parar hay que parar; si hay que variar hay que variar. No debemos obsesionarnos con las limitaciones, pero es cierto que escoger los alimentos es un punto clave.

Para ayudarnos, hay unos análisis de sangre de intolerancias alimentarias…
Sí; son útiles para la gente que tiene problemas y nota que algo le sienta mal, que algo le repite, le hace sentir un bajón o le provoca acidez, y no pueden encontrar el patrón que lo origina. En la mayoría de los casos no llegan todavía a desarrollar alguna enfermedad que se pueda diagnosticar con una endoscopia o con un análisis, sino que la alteración se halla en forma psicosomática o manifestando un trastorno. Este estado se puede revertir; no hace falta llegar a desarrollar una úlcera o un cáncer. Cuando aún no se ha producido ningún cambio en la mucosa, el problema está a un nivel incipiente.
“La intolerancia alimentaria está vinculada a un estado provisional patológico que se llama alta permeabilidad intestinal. Se trata de una porosidad de la mucosa intestinal, que la persona adquirió en algún momento: porque tomó un antibiótico, o por estar bajo estrés, o por haber comido algo inadecuado… Puedes estar en este estado durante un período largo o corto, o desde la infancia, porque el desarrollo de la microflora intestinal no fue correcta, etc.
“Hay muchas razones para tener la mucosa del intestino delgado permeable. Esta mucosa es muy finita, como una lámina, pero no debe tener brechas.
Si las tiene, los alimentos pueden entrar a través de estos orificios. Haciendo una comparación, es como si en el flujo sanguíneo en lugar de letras entrasen palabras; entonces el sistema inmune se encuentra atacado por nuevas moléculas que no sabe identificar. Esto se repite reiteradamente, y provisionalmente se produce una tensión del sistema inmune y una producción exagerada de anticuerpos contra las moléculas entrantes. Puede ser un episodio que se calme, en la mayoría de los casos, o puede ser, si se prolonga, que adquiramos una alergia a algunos alimentos. Hay que tratar esta alergia, porque si no normalmente el sistema inmune entra en estado de error de la lectura de los tejidos, y normalmente la próxima manifestación es algún trastorno autoinmune, que tenemos totalmente confirmado en todas las medicinas: piel atópica, eccemas, psoriasis, asma, alergias… tienen un componente autoinmune por alta permeabilidad intestinal.
“Como que la alta permeabilidad intestinal es un problema adquirido, las restricciones de los alimentos no son para siempre; sirven para reprogramar el sistema inmune. Tenemos que retirar, con mucha disciplina, los alimentos para los que se indica intolerancia. Entre tres y seis meses más tarde, normalmente se puede intentar volver a comer esos alimentos, sin notar más molestias. La restricción temporal da muchos resultados en todos los aspectos: psicológicos, emocionales, en la piel, en las digestiones… Pero me gustaría decir que el test de las intolerancias tiene que estar bien hecho. Desde el punto de vista médico reconozco los tests que se hacen con tu propia sangre, los que analizan tus propios anticuerpos.

Te has referido a la mucosa intestinal como una ‘aduana’. ¿Por qué?
Me gusta esta imagen que da Michael Gershon en su libro, que se titula Second brain, ‘Segundo cerebro’: dice que somos huecos; que en realidad el tubo “Para las medicinas orientales, la tripa es el centro vital; el chi fluye de ahí. Es el hara, el centro del equilibrio.” digestivo acoge el mundo exterior. Pensamos que por debajo de la piel somos nosotros, pero en realidad somos como un tubo alrededor de un tubo; y todo lo que pasa por este tubo es material extraño, exterior: comida, bebida, bacterias… y lo transformamos en nosotros mismos. Todo este material extraño tiene que pasar permanentemente por un control inmunológico que determine si lo necesitamos o no, si nos conviene absorberlo o no. Y la mucosa intestinal es nuestra aduana; ejerce el control sobre qué rechazar o qué aceptar.
“La mucosa digestiva nos proporciona el 70% de la defensa inmunológica. Las defensas contra las infecciones o los virus empezamos a formarlas en la mucosa digestiva desde el primer día de nacimiento. El sistema digestivo es capaz de neutralizar un foco de infección incipiente. Por ejemplo, si se trata de una pequeña cantidad de virus o bacterias los desactiva y graba la defensa en la memoria, para que la próxima vez ya tengamos anticuerpos contra ellos. En realidad el niño pequeño no enferma al tragar algo que no esté estéril ni limpio, porque lo presenta a su sistema inmunológico en pequeñas dosis; entonces el sistema inmunológico puede formar sus defensas. El sistema respiratorio también contiene defensas (en las mucosas alveolares, que filtran el aire), pero el sistema digestivo muchas más.

Otra analogía que haces es que pasamos una ITV…
Propongo que para mantener un equilibrio y no desarrollar enfermedades digestivas se haga, de vez en cuando, la ITV digestiva, o, lo que es lo mismo, limpiar el intestino, el sistema digestivo, purgarlo. Hay distintos métodos. Pueden ser la hidroterapia de colon y la limpieza hepática, pero en Ayurveda es panchakarma, en medicina china lo activan a través de la acupuntura… En todas las filosofías orientales hay un ritual de purificación, de limpieza del sistema digestivo, porque es un meridiano importante donde puede acumularse energía negativa. Además, en Occidente lo saturamos, por el estrés, por la poca calidad de la comida y las bebidas, etc.
“Si no podemos retirarnos al Tíbet, o cambiar de vida, o comerlo todo ecológico, por lo menos podemos proporcionarnos algún cuidado intensivo, de vez en cuando: repasar todas las mucosas, activar todo el tránsito, todo el flujo energético y de las enzimas y todos los jugos digestivos. Una limpieza del sistema digestivo fortalece y equilibra no solo el sistema digestivo, sino la totalidad del cuerpo. Tras la limpieza se puede trabajar por un objetivo ulterior, como puede ser combatir una molestia o patología.

¿Recomendarías la limpieza del sistema digestivo a todas las personas?
En general sí. Lo aprendí en Alemania, donde para mucha gente es como la limpieza dental, o de la piel. Allí es algo normal, porque solamente con que tengas un tránsito intestinal bueno y un cuidado digestivo perfecto puedes prevenir el cáncer de colon, lo cual creo que ya es mucho. La limpieza digestiva también puede asegurarnos que absorbamos bien los fármacos o los nutrientes. Proporciona energía y bienestar y estimula el rendimiento intelectual y físico. No conozco a ninguna persona que dijera estar peor tras haber limpiado su toxicidad.
“Recomiendo hacer una vez al año una hidroterapia de colon, un muy suave drenaje hepático o purgarse a través de plantas medicinales u otros métodos. Me parece que es un ritual muy bonito cuando te dedicas a ti mismo una o dos semanas; comes especialmente con cuidado y sabes que estás purificándote por dentro. Así te reconectas con tu cuerpo. Ahora bien, si alguien padece una enfermedad grave, o le han hecho recientemente una operación importante, o tiene dudas sobre las indicaciones, primero conviene que hable con un profesional, como un médico naturópata o un médico del aparato digestivo.

El síndrome del colon irritable dices que debería llamarse del intestino irritable…
En realidad es ‘síndrome del intestino irritable’ el término correcto. Pero lo llamamos colon irritable quizá porque es en el colon donde se manifiesta; cuando uno tiene diarrea es una reacción cólica. Es un trastorno muy frecuente, que es en su mayor parte emocional; es una neurosis (de hecho, en EE. UU. lo denominan también ‘neurosis intestinal’). Es un estrés, una reacción exagerada del sistema nervioso frente a todo: al picante, al estrés, a las emociones extremas, a alguna bebida… Esto produce mucha discapacidad y mucha frustración; la gente pierde su propia autoestima, porque experimenta como una traición del propio cuerpo, ya que el intestino hiperreacciona en situaciones bastante delicadas. En la mayoría de casos se trata muy bien con técnicas de meditación, de atención plena, de relajación… No siempre hace falta desconectar la mente; con un masaje abdominal, o practicando la respiración abdominal, ya se experimenta una mejoría. “Ahora bien, si uno padece disbiosis (un desequilibrio en la microflora intestinal) o intolerancias alimentarias, habrá que añadir tratamientos médicos, porque ahí lo psicológico entró ya en el circuito patológico del trastorno fisiológico.

Hablas de los mitos y las realidades de la flora intestinal. ¿Cuáles serían los mitos y cuáles las realidades?
La microflora intestinal es un biosistema con billones de bacterias, que es clave para la salud digestiva, para el sistema inmune y para prevenir el cáncer de colon. Los mitos son que los problemas de flora intestinal se pueden solucionar rápidamente, y no tener en cuenta toda la complejidad bacteriana; confundimos probióticos con prebióticos… El mito más común es que con un yogur al día se puede solucionar el problema. Con un yogur al día se puede prevenir y mantener el sistema digestivo sano y equilibrado, pero para solucionar un problema o un trastorno es poco.
“Cuando comes un yogur hay muy pocas probabilidades de que la bacteria que aporta sobreviva mucho tiempo en el intestino. Hay una guerra permanente por la supervivencia entre distintas cepas bacterianas; el curso de esta guerra depende de la temporada del año, de los antibióticos, etc. Cuando uno está en un momento más frágil es importante que tome algo que tenga probióticos (cepas bacterianas beneficiosas vivas), en suplementos y en alimentos; pero un amplio espectro de alimentos fermentados y marinados, no solamente yogures. Tampoco hay que olvidar los prebióticos, que son unas fibras hidrosolubles (como la inulina o el psyllium). Estas fibras nutren las bacterias buenas dentro de nuestro intestino. Una cosa es introducir una bacteria buena y otra nutrirla; así pues tiene que haber un equilibrio entre estos dos tipos de suplementos. Es importante, además, tener paciencia con la ecología intestinal; el problema no se va a resolver de un día para otro, sino que puede ser cuestión de dos o tres meses.

También te has referido a que se puede de algún modo, desde el sistema digestivo, combatir el envejecimiento…
Es un tema muy interesante. A principios del siglo XX el doctor ruso Mechnikov estudió el envejecimiento en relación con la salud intestinal y descubrió por primera vez Lactobacillus bulgaricus en los productos lácteos fermentados. Encontró a gente en las montañas búlgaras que tomaban muchos yogures y que estaban muy fuertes y vivían más de 100 años. Aseguró a la sociedad médica que la clave para conservarse sano, joven y tener una vida más larga era no permitir la putrefacción intestinal. A continuación aparecieron muchos estudios nuevos sobre este tema, que se puso muy de moda. Se vio que el envejecimiento estaba relacionado con la acumulación de toxicidad.
“Nuestro diseño es perfecto, pero si acumulamos la toxicidad esto tiene sus efectos sobre la edad de las células, y entonces envejecemos. Si desplegamos el sistema digestivo, son 300 metros cuadrados de tejido, que puede alojar kilos de toxicidad. Hay que equilibrar la necesidad nutricional con la descarga de toda la toxicidad que se está produciendo, por medio de limpiar el sistema. Entonces puede no haber ninguna correlación entre la edad biológica y la edad como te encuentras; puedes estar con mucha más vitalidad y energía de las que se te supondría.

Por último, ¿qué significa tener unos buenos reflejos digestivos y cómo lograrlos?
Nuestra cultura acerca de la higiene digestiva la adquirimos con la educación. Si empezamos a forjar, con agrado y paciencia, unos reflejos condicionados en el bebé (cuándo dormir, cuándo ir al baño, cuándo aguantar la evacuación, y no generarle un concepto de la ‘caca’ como algo malo) normalmente hacia los 2 ó 3 años de edad el pequeño ya controla muy bien los temas digestivos y alimentarios: hemos creado un reflejo condicionado. Hemos creado su ritmo de motilidad, de movimientos musculares digestivos y de producir jugos digestivos.
“Al ser adultos podemos perder los reflejos condicionados, al no respetar ni las horas ni la calidad de la comida, y mucho menos el ritual de la higiene intestinal. Mucha gente ignora cuándo quiere ir al baño, porque tienen prisa o porque no es su baño, etc. Los fármacos tienen muchos efectos secundarios sobre el sistema digestivo y pueden erradicar también los reflejos condicionados. Cuando has ignorado o suprimido tus reflejos condicionados tienes que volver a recrear nuevos reflejos.
“Por ejemplo, puedes hacer el ritual de dedicarte a ti mismo 15 minutos en el baño por la mañana; te centras y te dices que es tu tiempo, y haces que se te respete. Entonces te enfocas en la respiración, o te das un automasaje… Además tomas una cena ligera, y bebes el agua necesaria. Se puede volver a los rituales alrededor de comer, beber y limpiarse, si pones plena conciencia en querer recuperar esto. Hay que hacerlo a rajatabla por lo menos unas tres semanas seguidas, como un ritual, pero creyendo plenamente en ello; no es para seguir lo que ha dicho lta doctora que me siento 15 minutos en el baño con el periódico, con el móvil y con los niños gritando. Con paciencia, constancia y buena intención se pueden formar reflejos en relación con el trabajo muscular digestivo o la producción de enzimas, para hacer una digestión no pesada. O para expulsar los gases (la gente tampoco permite estas cosas y por eso sufre dolor e hinchazón). Así, día a día, se forma una conducta nueva.


Irina Matveikova

Irina Matveikova es licenciada en medicina de familia y colegiada en ICOMEM España. Está especializada en endocrinología y nutrición, y es experta en trastornos del comportamiento alimentario. Con veinticinco años de experiencia profesional, en la actualidad dirige su centro y consulta privada en Madrid, colabora con varios hospitales e imparte conferencias y cursos en diferentes ciudades de España y del extranjero.
Es miembro de ESNM (European Society of Neurogastroenterology & Motility) y de la Sociedad Científica Internacional Gut Microbioma for Health y de BHMA (British Herbal Medicine Association). Ha cursado estudios de posgrado en medicina holística y preventiva en diferentes países del mundo y ha aprendido diversos métodos de tratamientos integrales en ámbitos internacionales. Tras varios años de experiencia ha creado los suyos propios, así como protocolos con un enfoque de diagnóstico exhaustivo, reeducación y prevención.
En su práctica de medicina familiar, presta especial atención a la salud digestiva e inmunológica, aplicando nuevas investigaciones sobre la neurogastroenterología, el microbioma humano (nuestras bacterias «buenas») y la nutrición funcional. Defensora de la educación sanitaria para generar cambios y promover la prevención, lucha por un paciente consciente, bien informado y responsable.
Colaboradora frecuente en programas de radio y televisión, es autora de numerosos artículos y de los libros Inteligencia digestiva –más de 20.000 ejemplares vendidos y traducido a seis idiomas–, Salud pura e Inteligencia digestiva para niños –traducido a dos idiomas–, todos ellos publicados en esta editorial.

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