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sábado, 9 de noviembre de 2019

HABLAR CON LA NATURALEZA, entrevista a Michael Roads

Michael Roads mantiene un contacto muy especial con la naturaleza: a partir de una práctica perseverante y de un poderoso despertar espiritual la experimenta desde un inusual ámbito de experiencia metafísica. Su mensaje y su ejemplo es muy pertinente en estos tiempos de osado materialismo, en que el hombre necesita con urgencia restablecer su vínculo con lo Natural y lo Sagrado.

UNA REALIDAD METAFÍSICA

  

¿Qué es la naturaleza para Ud.?

La naturaleza significa muchas cosas para mí. De niño, era lo que usaba para alejarme de las personas; no confiaba en ellas pero sí en la naturaleza. A medida que crecía me fui dando cuenta de que no tenía por qué escapar de las personas, pero a su vez se mantuvo la relación que había desarrollado con la naturaleza, la cual era distinta a la de la mayoría de las personas, las cuales simplemente la miran con los ojos.

¿Qué hacía Ud. cuando era niño y se hallaba en la naturaleza?

Me sentaba con los ojos cerrados; era relativamente fácil para mí dejar mi cuerpo y conectar con la naturaleza a un nivel más profundo, con su esencia. Llamaba a esa experiencia ‘soñar despierto’. Descubría cosas sobre la naturaleza que la mayoría de las personas desconocían. “Dejé la escuela siendo muy joven para trabajar en la granja de mi padre. En ese contexto la naturaleza era algo que controlábamos y esa visión no me gustaba. Mi sentimiento siempre ha sido que la naturaleza es nuestro maestro: la granja o el jardín deberían ser el lugar de encuentro entre el granjero o el jardinero, que es el estudiante, y la naturaleza, que es el maestro. “Con los años mi relación con la naturaleza se detuvo, aunque después volví a retomarla y continuó desarrollándose. Tuve experiencias con lo que yo llamo el ‘espíritu de la naturaleza’, al cual en la literatura esotérica o en la mitología se le denomina Pan (el dios de la naturaleza). Yo no estoy muy de acuerdo con esta denominación, porque no lo experimento como un dios, sino como inteligencia consciente pura.

¿Puede ahondar un poco en esto?

He aprendido que básicamente todo en la naturaleza es un campo de energía. Más allá de lo físico, Ud. y todas las formas de vida son cada cual un campo de energía. Todos estos campos de energía se conectan, y finalmente son Uno. No hay nada fuera del Ser. Cuando miramos un árbol lo que estamos viendo es el reflejo físico de una realidad metafísica mayor, pero nadie se da cuenta. De hecho esta gran realidad metafísica es la causa, y la naturaleza física que nosotros experimentamos es el efecto. Y toda nuestra relación con la naturaleza es con el efecto. Las personas se ven separadas de la naturaleza; ven un árbol y lo abrazan, y esto está bien, pero se trata de una persona física abrazando un árbol físico. A veces nos volvemos muy emocionales con la naturaleza y con los árboles, pero hay un tipo de relación que va más allá de esto. En esta relación básicamente dejas tu cuerpo físico y vives la naturaleza a un nivel mucho más profundo. Pero esta profundidad también se puede vivir en el nivel físico; cuando comprendes la naturaleza, puedes cambiar las reglas.

¿A qué se refiere?

Por ejemplo, yo tengo un jardín en la zona subtropical de Australia, donde en el año 2000 hubo una gran sequía. Todas mis plantas eran de hoja verde perenne y sabía que morirían: estaba próxima una gran sequía y yo uso el agua de la lluvia para regar. Así que me senté en mi jardín y transmití a las plantas una imagen de cómo son las plantas en Europa durante el invierno. Les dije que en Europa el invierno era frío y húmedo y que nada crecía, y que ahora ellas se iban a encontrar con el mismo efecto, pero motivado por un clima muy seco y caluroso. Y les dije: “Si os desprendéis de las hojas, podréis sobrevivir, pero si las mantenéis probablemente moriréis.” Así que todas las especies del jardín se desprendieron de sus hojas y estuvieron dormidas durante los 18 meses que duró la sequía. Cuando llegó la lluvia sus hojas brotaron de nuevo. Pude observar que en otros jardines el mismo tipo de plantas murieron. “También dije a las plantas que si necesitaban energía podían tomarla de mí; que ya me la devolverían cuando volviesen las lluvias, si querían. Siendo honesto no puedo decir que recuerde que las plantas tomasen energía de mí, pero cuando llegaron las lluvias las hojas y flores del jardín brotaron de manera radiante. Cuando las personas pasaban por allí se asombraban de la energía tan especial que se sentía. Este es el tipo de relación con la naturaleza que muy poca gente tiene.

¿Qué es lo que hace posible este tipo de relación?

Lo que la hace posible es que la naturaleza no está fuera de la persona. Como ser metafísico que soy (con el término ‘metafísico’ quiero indicar ‘más allá de lo físico’) puedo expandirme tanto como desee. Se trata, simplemente, de un estado de consciencia. Un ser metafísico no es una persona con las limitaciones físicas del cuerpo, sino alguien que tiene un sentido ilimitado de sí mismo, es decir una consciencia expandida. Cuando estoy en relación con la naturaleza lo que hago es traerla dentro de mí, lo cual no tiene nada que ver con lo físico; el cuerpo físico lo dejo a un lado. Ello me permite relacionarme con seres de la naturaleza, y el espíritu de la naturaleza en muchas ocasiones me ha guiado en viajes para aprender lo que es la naturaleza a un nivel más profundo.

¿Cómo le guía la naturaleza?

Digamos que si desplazo mi foco (mi atención) de mi identidad física y dejo que el sentido de mí mismo se mueva más allá de mi cuerpo físico, entonces me hallo en una realidad totalmente diferente, mayor, donde no existen las limitaciones de la realidad física. En esta realidad mayor, por ejemplo, cuando miro un árbol lo veo en el nivel energético. Y me doy cuenta de que todo crece, de que toda vida consiste en el crecimiento de la consciencia. Cuando miro un árbol encuentro lo mismo que en el cuerpo humano, y es una dinámica presente en cada célula. Pero no tenemos un lenguaje para describir esto; al menos yo no lo conozco.

Aun así, le agradecería que lo pudiese explicar un poco más.

En cada célula hay una energía que percibo gris, con miles de tonalidades grises. Esta energía es caos; pero no me refiero a lo que comúnmente indicamos con la palabra ‘caos’, sino que en este contexto ‘caos’ es el motor que mueve, que dirige la vida. Junto a esta energía gris también hay una energía negra, que a su vez contiene otros miles de tonalidades. A esta energía la llamo ‘orden’; es la estabilidad de la estructura. Estas dos energías giran, una en un sentido y la otra en el sentido opuesto, creando de esta forma una torsión. Y es exactamente en el espacio de torsión entre estas dos energías donde tiene lugar el crecimiento. Cuando la torsión es equitativa entre el caos y el orden hay equilibrio, el cual contiene el mayor potencial. “En nuestros cuerpos cada célula está siguiendo esta dinámica, y nuestros pensamientos y emociones determinan un resultado: cuando hay demasiado caos y falta orden, las personas enferman; y en el caso de las personas que son muy sedentarias y se mueven muy poco hay mucho orden y poco caos. Lo óptimo para el crecimiento de la consciencia (de cada planta, cada árbol, cada ser humano, etc.) es que exista un equilibrio perfecto entre el motor que mueve (el caos) y la estabilidad de la estructura (el orden). Cuando cada tonalidad de las miles de tonalidades de gris y cada tonalidad de las miles de tonalidades de negro están en equilibrio obtienes el blanco, la luz blanca pura. Y este blanco emite destellos entre el caos y el orden.

Todo esto ¿cómo se siente?

El origen de las emociones es puramente metafísico. El cuerpo emocional metafísico tiene una relación con el caos, el orden y el equilibrio en un gran abanico de emociones, que es imposible nombrar. Cuando estoy en caos puedo sentir si es un caos maligno, pesado y destructivo, o por lo contrario si es un caos elevado, refinado e increíblemente creativo. Porque ambos, caos y orden, no entran dentro del espectro de lo que llamamos ‘bueno’ o ‘malo’, y otras diferenciaciones que hemos creado. Tenemos muchas palabras que no significan nada para la naturaleza, que solo tienen sentido para nosotros; una de ellas es la palabra ‘cruel’. La naturaleza no ve nada cruel; somos nosotros quienes vemos crueldad, porque generalmente miramos a través de los ojos del juicio, del intelecto, del cerebro izquierdo. Con el intelecto nunca se llega realmente a comprender, sino que es yendo más allá del entendimiento como uno se une a lo que quiere comprender. Explicar con palabras mi experiencia con la naturaleza es lo mismo que sacar una fotografía del Gran Cañón del Colorado y mostrarla diciendo:

“Este es el Gran Cañón del Colorado.” El Gran Cañón va mucho más allá de esa foto. En mis libros describo mis viajes y experiencias, pero mis palabras solo son señales que muestran el camino.

“Este tipo de experiencias metafísicas no suceden dentro del tiempo lineal en el que vivimos. El ser metafísico que eres no vive en un tiempo lineal sino que vive en un tiempo esférico, todo el cual ocupa el mismo espacio. Cuando vives desde ese espacio ves las cosas de una forma que sobrepasa la comprensión del cerebro; es un espacio de conocimiento místico, donde sabes directamente lo que estás experimentando.

PREPARARSE EN SILENCIO

Ud. acudió a escuchar en silencio un río durante años; ¿qué nos puede contar de esa experiencia?

Esta práctica, que hacía sentado al lado del río, consistía en aprender a escuchar. Cuando escuchas te encuentras en el momento. Escuchar significa que vas a tu corazón y dejas a un lado los pensamientos. Pero muy pocas personas saben dejarlos de lado. Cuando escuchas te sitúas en el momento presente, que es donde está la vida, Dios, el amor, el gozo, la paz, la libertad y la inteligencia consciente. El intelecto sin embargo nunca está en el momento, sino que está siempre pendiente del tiempo, pensando y hablándose a sí mismo; esto precisamente le saca del momento presente.

“Pasaron seis años hasta que llegué al punto de escuchar sin pensamientos. La mayoría del tiempo escuchaba el río físico; el gorgoteo, la corriente, los pájaros, la carretera en la distancia, etc. Pero llega un momento en el que sigues escuchando todos estos sonidos mientras a su vez percibes un nivel de vida más profundo; la escucha te lleva más allá de lo físico a lo metafísico. Un día el río me dijo: “¿Me ves cada vez como nuevo?” Me sorprendí porque todos los días era el mismo río, pero a su vez me di cuenta de que fluía continuamente, así que no podía ser el mismo río, sino que cambiaba a cada momento. La vida también es como un río que fluye constantemente; si nos quedamos atascados en una visión de la vida, dejamos de fluir con ella, mientras ella continúa su camino. “Decidí entonces practicar ver el río como algo nuevo a cada momento. También empecé a practicar con mis hijos: ¿podía verles como nuevos aunque siguieran siendo iguales que el día anterior? Me di cuenta de que les veía como el día anterior, y que el día de hoy era el día de ayer repetido. Pasaron seis meses y seguí practicando el ver a las personas y las cosas como nuevas. Un día me levanté por la mañana y tuve una clara comprensión de que era mi yo de ayer el que veía la realidad de ayer. Si realmente quería ver lo nuevo a cada momento tenía que hacerlo desde lo nuevo en mí. “Asimismo, cuando miramos la naturaleza debemos hacerlo con los ojos de lo nuevo que hay en nosotros a cada momento, y no con los ojos del intelecto, porque estos no nos llevan a ver lo que realmente hay, sino lo que el cerebro ha sido entrenado para ver. Creemos que lo que el cerebro ve es tal como lo ve; sin embargo, eso que vemos es solo una pequeña fracción de lo que realmente es.

¿Qué ocurrió cuando empezó a mirar así?

Cuando por fin me relacioné con el río viéndolo como nuevo, ya no estaba fuera de mí, sino que pasó a fluir a través de mí, y yo era uno con él. A partir de ese momento el río se convirtió en mi maestro. “Un día fui a escuchar el río, pero había mucho ruido proveniente de un motor de una granja cercana. Me senté e intenté, aun con el ruido, escuchar el río, pero el ruido del motor era muy fuerte y no podía. Así que decidí ir río abajo y sentarme en un lugar más silencioso. Pero cuando lo hice el río me preguntó: “¿Así que crees que aquí hay más silencio?” Le respondí que al menos era un espacio más silencioso que donde estaba antes. Entonces el río me dijo: “Ese motor que escuchas no es nada más que tus propios pensamientos. Así que si has podido eludir el motor seguro que también puedes hacer lo mismo con tus propios pensamientos.” Tomé aquello como un reto y regresé al mismo lugar, y me senté nuevamente. Poco a poco fui capaz de seguir oyendo el motor pero no escuchándolo, sino que escuchaba un espacio interior donde el río fluía, y aunque el sonido del motor seguía ahí ya no me distraía.

Más fácil de decir que de hacer…

Enseño a las personas sobre todo esto de lo que estoy hablando… pero veo que todas me oyen pero que ninguna realmente me escucha; todas esperan no tener que superar grandes pruebas para ir más allá, porque la mayoría lo dejarían rápidamente. Yo me encontré en un viaje interior en que tuve que superar todas estas cosas, y cuando las vencí me di cuenta de que no había nada que superar excepto a mí mismo. Ese motor que hacía tanto ruido no era nada más que yo siendo ruidoso. Algo que he aprendido es que si realmente miras la vida y la naturaleza observas que no existe nada fuera del Ser, el cual va más allá del cuerpo, de la identidad e incluso del mundo físico.

Ud. ha dicho que el río le habló; otras personas afirman que la naturaleza les habla… ¿Es algo fácil de discernir?

He leído un buen número de comunicaciones con la naturaleza de otra gente, y he sabido que eran falsas. Del mismo modo, he leído muchas otras, y he sabido que la comunicación era auténtica. Ciertamente, tuve tiempo de discernir la diferencia entre la mente sutil y la sutilidad de la comunicación interior. Con mucha práctica y con mucha confianza en uno mismo se llega a buen puerto.

¿Qué otras pautas puede darnos?

La mayor parte de la gente habla a sus gatos y perros, incluso a sus pollos y loros, pero muy pocas personas hablan con ellos. Para que ello ocurra, necesitan estar abiertos a que les respondan… ¡y la mayoría de la gente no lo está! Incluso aunque estés abierto a recibir una respuesta, es improbable que estés escuchando. “¿De qué se trata entonces? Esencialmente, la naturaleza vive y se expresa en el momento y desde el momento. Nosotros, las personas, muy, muy raramente lo hacemos. La naturaleza no tiene elección respecto a esto; no puede abandonar el momento consciente. En cambio, nosotros tenemos muchas elecciones; ¡lo llamamos libre albedrío! Si alguna vez he escuchado un equívoco, este es la denominación ‘libre albedrío’: si dispones de libre albedrío, intenta permanecer conscientemente en el momento durante un minuto… Para estar conscientemente en el momento debes estar sin pensamientos. Porque puedes pensar para salir del momento, pero no puedes pensar para entrar en el momento.

Los pensamientos te llevan al pasado o al futuro, pero no pueden llevarte al momento. Así pues, hablar con la naturaleza es mucho más de lo que aparenta ser. Es una habilidad, un arte natural, un potencial interno inherente a toda la humanidad.

Si es algo natural para nosotros ¿por qué es tan raramente usado?

Porque para hablar con la naturaleza necesitas usar tu conexión entre el corazón y la totalidad de tu cerebro. La mayoría de la gente raramente hace esto; usan tan solo la conexión con el lado izquierdo de su cerebro. Esto significa que intentan tener una relación intelectual con la naturaleza, lo cual no es posible. La naturaleza no es una expresión intelectual, sino una expresión de inteligencia consciente… ¡y nosotros también lo somos!, solo que ya no vivimos así. Hemos perdido nuestra conexión fundamental con la naturaleza y con ello la capacidad de vivir auténticamente la vida y, tristemente, la de vivir con nuestro Ser esencial.

“Si tienes ganas de hablar con la naturaleza, no puedes obviar el hecho de que necesitas una conexión consciente con ella. Y, lo siento, ¡aún hay otro obstáculo! La naturaleza vive en el momento consciente… conscientemente. Se ha estimado que nosotros vivimos el 95% de cada día, y por lo tanto de nuestras vidas, subconscientemente, ¡y uno no puede ser subconscientemente consciente! Vivimos una continua repetición de cada día, cada año, cada década… con apenas variaciones suficientes como para que nos demos cuenta de nuestra adicción al ‘más de lo mismo’. Los habituales conflictos diarios nacen del conflicto interno, del que no somos conscientes.

“Para hablar con la naturaleza en primer lugar, y sobre todo, necesitamos paciencia. También necesitamos aprender el arte de escuchar. Al cabo de unos tres años de sentarme junto al río empecé a oír sonidos interiores, inaudibles. Fui consciente de que este oír interior (este escuchar) procedía de una parte de mí mucho más profunda y silenciosa: la conexión entre la totalidad del cerebro y el corazón – alma.

“Cuando no hay pensamientos sobreviene el Silencio… y en este Silencio hay una canción de poder. No se trata de tu poder, o del poder de la naturaleza, sino que se trata simplemente de poder. Pero tú puedes conectar con este poder y usarlo, siempre y cuando no lo personalices. Hacer esto requiere confianza. ¡Y no es fácil confiar en uno mismo! Hablar con la naturaleza significa que este poder es el conducto entre tú, la confianza y la naturaleza. Las cuatro cosas son necesarias. Se necesita un gran salto de consciencia para escuchar que un árbol se comunica contigo y saber que esto no es un producto de la mente.

¿Qué nos puede decir de la comunicación con los árboles?

Cuando te sientas, haces el silencio interior y te conectas conscientemente con un árbol, tú y el árbol establecéis una conexión energética. Compartís Un campo de energía. El árbol no está fuera del Ser; aquí es donde la comunicación con la naturaleza empieza verdaderamente. Mientras percibas al árbol y a ti mismo como separados (‘tú’ hablas con ‘el árbol’) estás jugando juegos mentales. Y, créame, la mente tiene un repertorio ilimitado. No hay árboles tales como el Abuelo árbol, o el Hermano árbol, o la Madre árbol, etc., tal como comúnmente se habla de ello; esto es solamente la mente jugando a un juego con las emociones humanas. Los árboles no piensan y tampoco hablan. Los árboles son almacenes vivos de un inmenso caudal de experiencia consciente. Esta no es necesariamente la experiencia del árbol; es experiencia de la Tierra, o de la vida. Como ya he dicho, los árboles son una expresión de inteligencia consciente, pero no tienen intelecto. Los árboles son totalmente impersonales, pero están siempre conectados conscientemente con nosotros. Experimentan la Unidad; la separación no existe en la naturaleza. “Los árboles se comunican con nosotros en su expresión consciente de crecimiento, pero nadie está escuchando. Ni tan siquiera nos escuchamos los unos a los otros; tan solo oímos las palabras de los demás… Para hablar con la naturaleza, todo esto tiene que cambiar dentro de nosotros. Si decides aprender a comunicarte conscientemente con la naturaleza no serás capaz de hacerlo y continuar siendo la misma persona; habrá un cambio dentro de ti. Serás empujado a crecer, a expandirte, a ser más flexible; el mismo proceso lo exigirá. Descubrirás que una vez sales de la caja en la que la mayoría de la gente vive… hay una realidad inmensa y maravillosa esperando a darte la bienvenida.

¿Cree Ud. que el ser humano va a retomar el contacto profundo con el mundo natural?

Le contaré una experiencia, que tuve antes de aprender a escuchar. Cuando era un joven granjero en Tasmania (Australia) un día estaba cortando hierba y paré para el almuerzo. Había un silencio total. Me tumbé en la hierba mirando el cielo y poco a poco mis pensamientos empezaron a acallarse; era como si algo los silenciase. Al mirar hacia arriba vi un águila volando en espiral unos cientos de metros por encima de mí. Me quedé mirándola y pensé cómo debería ser volar como un águila. De repente tuvo lugar un movimiento interno y me encontré mirando por los ojos del águila; me pude ver a mí allá abajo tumbado mirando hacia arriba. En ese momento me sentí un poco perdido; era difícil mantenerme siendo los dos. Poco después comencé a ver huellas en el bosque; tenía la visión increíble que tiene un águila. Después, aunque continuaba mirando a través de los ojos del águila se abrió delante de mí, en el aire, un gran abismo, a un lado del cual estaba yo, y en el otro lado estaba toda la naturaleza. Comprendí instantáneamente que esa visión simbolizaba la humanidad y la naturaleza, y que existe un abismo de separación entre ambos. En ese momento decidí que iba a cruzar ese abismo, pero de repente el águila bajó un poco en el aire y me encontré nuevamente tumbado abajo, mirando al águila y preguntándome qué había pasado. Poco después comenzó mi viaje hacia conectar de forma más profunda con la naturaleza. “Con el tiempo llegué a cruzar ese abismo, y me di cuenta de que realmente no existía. Nunca ha existido un abismo de separación entre la humanidad y la naturaleza; esta separación es una ilusión, pero hay que cruzar el abismo para saber que nunca ha existido. No se puede cruzar de una forma intelectual; es imposible, porque es la mente a través del intelecto la que ha creado esa ilusión. Cruzar el abismo también me llevó a dejar la vida de granjero; mi vida cambió completamente.

¿Cómo logró cruzar el abismo?

El día en que desperté espiritualmente sabiendo quién soy realmente es el día en que crucé ese abismo. Porque ese abismo no solo separa a la humanidad de la naturaleza, sino que también separa a la humanidad de su propia naturaleza. “Para mí esa separación terminó. El espacio tiene lugar en el mundo físico, y el mundo físico nunca conecta, porque no puede hacerlo. Solo podemos hacer la conexión como seres metafísicos, en el mundo metafísico. La conexión es darse cuenta de que nunca ha existido la desconexión. Todo es un campo unificado de energía y nosotros somos parte de él.

JARDINERÍA CONSCIENTE

Ud. escribió el libro Conscious Garnering (Jardinería Consciente). ¿Qué pautas da en él?

Hay muchos jardineros en el mundo, pero pocos son excepcionales. ¿Qué es lo que hace que un jardinero en particular destaque entre tantos otros? En primer lugar y sobre todo, es la relación que tiene con su jardín. Vamos a ser claros: puedes ser un muy buen jardinero si sigues las instrucciones que se dan en los libros de jardinería. La repetición (aprender el oficio) puede hacer que una persona llegue a ser un buen jardinero. No es en absoluto difícil ser un buen jardinero, pero ¿sobresaliente? Esto requiere algo extra; algo que está más allá de la técnica, más allá de los conocimientos, más allá de seguir un programa subconsciente de tener éxito en la jardinería.

¿Un programa subconsciente?

Si pretendemos la excelencia, la relación con el jardín tiene que pasar al primer plano. Amar el jardín, amar la tierra, amar las plantas, realmente amar la naturaleza; esto da lugar a una relación consciente con la naturaleza. En esta gran relación, el jardín es el punto de encuentro de la persona con la naturaleza. Pero se requiere algo más. Como ya he dicho, mientras toda la vida natural está conscientemente en el momento, la humanidad está tan ocupada pensando que vive subconscientemente. Y, lo siento: la plena consciencia y la subconsciencia nunca se pueden encontrar; tampoco en el jardín. ¡No puedes ser subconscientemente consciente! No puedes amar la naturaleza subconscientemente. De hecho, no puedes amar subconscientemente. El amor, el amor verdadero, requiere plena consciencia.

“No puedes ser un jardinero subconsciente y amar el jardín. Como jardinero, puedes reñir o discutir con tu mujer, pero nunca con el jardín. Para este tipo de jardinero, el jardín es un retiro, un refugio donde guarecerse de las situaciones tormentosas. ¡Lo siento, pero este jardinero no va a ser excelente! Puedes ser un jardinero que quiera, y que consiga, el jardín más florido de la calle. Muy bonito, eres un buen jardinero; pero, lo siento, no eres sobresaliente. No se puede ser un jardinero excepcional y usar el jardín como una vía de escape de las frustraciones o para dar salida a las ambiciones; esta energía no es la correcta. Cuando uno entra en un jardín pensando en sus problemas, o preocupado, o enfadado, o poseído por otras distracciones negativas, su campo de energía cambia; baja la intensidad y calidad de su energía de luz. Esto, a su vez, tiene un efecto negativo sobre el campo de energía del jardín.

Un jardinero sobresaliente está completamente implicado con el jardín todo el tiempo que está en él. ¿Por qué es esto tan importante? Un jardín es un gran campo de energía; tú también eres un campo de energía. Si esta energía pudiese percibirse físicamente se vería como luz. Cuando, de adolescente, vivía en Inglaterra, conocí a una mujer nonagenaria. Me mostró su jardín. Era un jardín pequeño en medio de una hilera de casas adosadas, y cada jardín estaba separado de los demás por paredes muy altas hechas de ladrillos. La luz del sol luchaba para encontrar su jardín, pero aun así durante la mayor parte del año estaba lleno de plantas en flor. Yo era un jardinero aficionado, y sabía que no había suficiente luz solar para que esas plantas floreciesen. Pero al observarla y ver el amor que sentía por su jardín, me di cuenta de que ella era el sol de su jardín. Aprendí que cuando amas el jardín y sus plantas, como ella hacía, puedes deshacerte de tu libro de instrucciones. Esa mujer fue el primer jardinero excepcional que conocí. Jamás olvidé lo que me enseñó. “Una de las grandes lecciones que he aprendido conscientemente de la naturaleza respecto al jardín tiene que ver con ‘estar con’ mientras ‘haces’. Si estás arrancando malas hierbas, sé consciente de lo que estás haciendo; está con ello, y gradualmente te harás consciente de una mayor conexión con la naturaleza. La jardinería consciente significa que estás aprendiendo a ser consciente en la vida, y tu profesor es la naturaleza. La naturaleza te ofrece la relación más maravillosa posible; te lleva más allá de lo mundano hacia lo espléndido. “El espíritu de la naturaleza es una elevada energía que se encuentra en los jardines de los verdaderos amantes de los jardines. Estos sí que tienen buena mano para las plantas. Sus jardines pueden ser enormes y hermosos, o bien pueden ser una extensión aparentemente desordenada de plantas, pero en cualquier caso gozan, energéticamente, del factor ‘X’. O bien puede tratarse de jardines diminutos, como el de la mujer que mencionaba antes, pero la relación con el jardín puede ser enorme. Cuando puedas seguir los ‘sentimientos’ intuitivos que tienes como jardinero y pongas las plantas en la tierra donde ‘ellas’ quieren crecer, serás capaz de desarrollar esta preciosa relación entre tú como hombre y la naturaleza hasta su pleno potencial. Entonces te harás consciente de los claros paralelismos existentes entre la vida y el jardín.

¿Qué paralelismos?

Por ejemplo, podar los tallos viejos y espinosos de los rosales equivale a quitarse de encima la maraña de actitudes espinosas que hemos desarrollado, que dificultan nuestro crecimiento. O bien si somos conscientes mientras arrancamos malas hierbas del jardín, permitiendo así que nuestras plantas tengan el espacio que necesitan para crecer, podemos a la vez arrancar las hierbas de nuestros viejos hábitos de pensamiento, dando así espacio para la expansión y el crecimiento de nuestro propio potencial. Entrevista por Francesc Prims, realizada en el contexto del Congreso Ciencia y Consciencia celebrado en Toulouse (Francia) en mayo de 2012, convocado por Ariane Editions. Michael Roads es autor de quince libros sobre sus experiencias metafísicas, las cuales constituyen también la base de sus charlas y talleres. Asimismo, ofrece asesoramiento telefónico.

Entrevista por Francesc Prims


http://www.girosalut.org/es/comunicacion/girosalut/blog/hablar-con-la-naturaleza/21464.html

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