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martes, 30 de marzo de 2021

La Alegría Gozosa (Mudita)

 

MUDITA es un concepto budista, que significa gozo, pero no el gozo que conocemos, sino el gozo que te da al ser testigo que a los demás les va bien.  Un ejemplo clásico lo encontramos en el gozo de los padres observando que su hijo ya puede subir un árbol o que está empezando a desarrollar sus habilidades en tal o cual el deporte.

A un nivel más profundo consiste en alegrarnos por el éxito, el bienestar o el gozo de nuestros semejantes. La persona espiritual, cuando se siente dichosa por la dicha de los otros, es doblemente dichosa. Con la alegría compartida uno se siente pleno y satisfecho por la fortuna ajena. Ésta es pariente de la benevolencia, la generosidad y el desapego.

Mudita no es orgullo en quien la experimenta, pues no obtiene ningún beneficio del gozo o logro de los demás, es una expresión desinteresada que no busca ni obtiene beneficio.

 

“El que se alegra del mal del vecino,

el suyo le viene de camino.”

(Refranero popular)

 

A nivel práctico nos explayamos deliberadamente en el lado positivo de la vida para contrarrestar nuestra percepción del sufrimiento mundano. Muchas personas ante situaciones adversas contra su salud y crecimiento, logran salir adelante y llegan a desarrollarse armoniosamente. 

El término resiliencia se refiere a la capacidad del individuo para afrontar y superar las adversidades de la vida. Uno de los pioneros en el estudio de la resiliencia, Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo francés, la define como “el arte de navegar en los torrentes, la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma.”

Metafóricamente hablando consiste en procurar mirar el árbol y no el bosque implica no magnificar los aparentes problemas. Siempre hay una solución disponible. Tal vez todos hemos tenido heridas en el alma, pero, ¿qué es lo que hace que una persona sea resiliente y que pueda superar tales heridas? Un cambio radical de actitud en la perspectiva de ver la vida. La actitud positiva y el buen humor permiten no sólo mantener la esperanza en los momentos más difíciles, sino que también facilitan una salida positiva.  

Abordar la vía del zen con estilo militar no funciona. A menudo la disciplina de la práctica es tomada sin sentido del humor y eso no tiene nada que ver con el gozo y la alegría que caracterizan el camino espiritual. En este sentido, cabe decir que no se imaginan la importancia que tiene durante la meditación la toma de conciencia de los músculos faciales de los lados de la boca. Así pues, cuando esbozamos una sonrisa serena, todo es visto desde otra perspectiva. La alegría del Budha que somos, asoma naturalmente en nuestros rostros y la realidad se contempla desde otra óptica y actitud.

A veces en las salas de meditación se observa una excesiva tensión en los cuerpos de los practicantes. Reflejan la imagen de una conciencia exagerada del sí mismo. Por otro lado, denota la fiscalización neurótica de los procesos “internos”, un impulso ciego que nos lleva a una continua vigilancia innecesaria y por consiguiente a concedernos una importancia personal gigantesca. Reírnos de nosotros mismos es muy bueno y saludable, porque, ¿quiénes somos en realidad? ¿De qué estamos hechos?

      "Hay un cuento tibetano de cierto monje que renunció a su vida de confusión y decidió irse a vivir en una cueva en para poder meditar todo el tiempo.

      Llevaba mucho tiempo pensando en el dolor y el sufrimiento, de suerte que la gente llegó a conocerlo con el nombre de “Cara Negra de Langru” porque nunca sonreía y todo en la vida lo veía en términos de dolor. Permaneció muchos años en retiro, siempre grave y solemne, hasta que un día se acercó al altar de su ermita y vio que alguien le había dejado como ofrenda una preciosa piedra turquesa. Mientras contemplaba la ofrenda, vio un ratón entrar furtivamente y tratar de llevarse el pedazo de turquesa confundiéndolo con un queso (pensaría que era queso azul, imagino)

Pero el pobre ratoncito no pudo hacerlo, así que volvió a su madriguera y regresó con otro ratón; ambos trataron de arrastrar el trozo de turquesa, pero este resultó demasiado grande para ellos también.

Entonces comenzaron a chillar los dos juntos hasta que lograron atraer a ocho ratones más, con la ayuda de los cuales pudieron finalmente arrastrar la piedra hasta su madriguera.

Fue ésta la primera vez que Cara Negra sonrió y comenzó a reírse a carcajadas. Esa fue su iniciación a la apertura, un súbito destello de iluminación."

¡Qué simple es la vía del darse cuenta!

La “curiosidad” innata de nuestro espíritu por conocerse a sí mismo y la indagación interior tienen que ver con el gozo del descubrimiento, la apertura ante lo nuevo y no con la necesidad de control del ego por su temor a lo desconocido.

El sentido de humor es la manifestación del estado de salud de nuestra práctica. Es la expresión de la visión no dual, en la que se ven al mismo tiempo integrados los dos polos de una situación, esto es, percibir la ironía fundamental que resulta de la yuxtaposición de los extremos. Es evidente que carecemos de un exceso de análisis y una ausencia de síntesis. Por todo ello, cuando descubrimos el juego dual de la mente, sencillamente sonreímos, nos reímos de nosotros mismos, de nuestros mecanismos ilusorios y vemos qué es aquello que merece la pena fortalecer y qué merece la pena verdaderamente soltar.

Ahora bien, este sentido del humor no debe confundirse con la frivolidad propia de quien quiere alejarse de sí mismo, riéndose todo lo que pueda: “ji,ji,ja,ja…todo está bien”. Esto es caer en una risa tonta e incluso histriónica, una forma de evasiva del personaje que elude la responsabilidad de su ser y estar en el mundo.

La alegría gozosa es la manifestación de la soltura, el abandono consciente, la aceptación total, la ausencia de rigidez y el dejar partir libremente la importancia personal. Es la ausencia de temor. Amor y humor se dan la mano en la práctica. Entregarse es un acto de alegría gozosa por el encuentro.

 

Denkô Mesa

http://denkomesa.com/

 

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