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lunes, 25 de mayo de 2020

La Gracia y los Milagros en el Nuevo Pradigma

La Gracia


El proceso de desarrollo espiritual no puede tener lugar sin la ayuda de la Gracia. El ser humano es ayudado desde las dimensiones de más alta vibración para que sea capaz de disolver su ignorancia (ego). No se puede trascender el ego sólo desde el ego. Es la verdad la que disuelve la ignorancia, ésta no se trasciende a sí misma.

Si una persona tiene fe religiosa, entenderá la Gracia como un don divino que emana hacia ella con asistencia redentora. Si no la tiene, podrá entender la Gracia como la “atracción energética” que las dimensiones superiores —de más alta vibración— ejercen sobre las de más baja vibración para el cumplimiento del propósito del Universo. Se entienda como se entienda, la Gracia existe.

Esta nueva información produce beneficios a los dos tipos de personas. A la primera, la persona con fe, la ayuda a verificar externamente su creencia y a poder ofrecer información a más tipos de mentes cuando es solicitada. A la persona sin fe la ayuda a “espiritualizar” su pensamiento y a empezar a utilizar esa ayuda.

La Gracia es una atracción constante y permanente, disponible para todos. Su fuerza no está limitada por quien la transmite, sino por los bloqueos de sus receptores. Imagínese un globo aerostático: una vez que se llena de gas caliente, tiende a elevarse; se impide atándolo al suelo con estacas. La Gracia sería como el gas caliente, una “fuerza” que impulsa a los seres humanos a elevarse. Los apegos y limitaciones mentales serían como las estacas.


La experiencia personal del milagro.

¿Qué es un milagro? san Agustín decía: «No hay milagros contra las leyes de la naturaleza, sino contra lo que conocemos de las leyes de la naturaleza». Tenía razón. Para precisar más, se puede decir que los milagros parecen estar fuera de las leyes conocidas de la naturaleza; pero no están fuera de las leyes del Universo, o no ocurrirían.

En el Evangelio, Jesús hizo estas dos afirmaciones: «Cosas más grandes haréis vosotros» y «Si tuvierais fe, moveríais montañas». Otros Maestros Espirituales han dicho y dicen cosas parecidas. Cualquier ser de la dimensión decimonovena en adelante, según el modelo o “mapa” anterior —se les puede llamar “ángeles”, “arcángeles” o “maestros inmortales”, o como se quiera, porque el nombre no va a cambiar lo que son y a ellos no les importa— puede realizar, en el mundo de la materia, acciones mucho más grandes que convertir el agua en vino o mover una montaña. En definitiva, que sea agua o vino depende de cómo se “colapse” la función de onda del electrón.

La evolución del alma en el reino humano no termina hasta que se aprende a manipular la materia. Eso ocurre aproximadamente en el sexto nivel de consciencia humana, según la escala de Schmedling. En ese nivel vibratorio ya se posee suficiente energía e información para manipular la materia. Hasta entonces, la Consciencia colapsa el electrón por la persona, para que ésta pueda tener las experiencias adecuadas de destino. No se manipula la materia desde la materia, sino desde lo sutil. Lograr “hacer” milagros, como todo lo demás, depende del nivel de consciencia y de su correspondiente frecuencia vibratoria.

Los milagros no se hacen desde el ego, y no son personales. Ocurren cuando el inductor se funde con la energía de la fuente universal y se convierte en el instrumento perfecto para que esa energía transforme la materia. Los milagros provienen de esa fuente, no del instrumento. Ocurren “fuera” de la percepción de los sentidos y, por ello, no son reconocidos, o bien son descartados como “suerte” o como algo accidental.

Sin embargo, hay investigaciones científicas acerca de milagros como los de Lourdes, los estigmas, la incorruptibilidad de los cuerpos de algunos santos y místicos, etc. Hasta ahora no se disponía del contexto para reconocerlos y comprenderlos mejor. Carl Jung propuso el término “sincronía” para referirse a ellos. La certeza en su existencia y la rendición a la Fuente parece facilitar su manifestación (Lynne Mctaggart, “The Intention Experiment”).

Se describirá a continuación un posible contexto desde el que lo dicho puede comprenderse mejor: cuando el nivel de consciencia se aproxima a los niveles de 570 en la escala de Hawkins —por intentar situarlo en algún punto aproximado que la mente humana pueda entender—, muchos fenómenos, inexplicables mediante la lógica o el análisis causa-efecto, empiezan a ocurrir. Acompañan de alguna forma al campo espiritual personal, y ocurren más por causa del campo mismo que por volición. En la literatura sánscrita se les llama siddhis, y se refieren a poderes místicos o sobrenaturales inexplicables mediante la lógica lineal.

Estos siddhis empiezan a aparecer de forma esporádica, pero se vuelven más frecuentes según aumenta el desarrollo espiritual, hasta acabar siendo continuos. Pueden producir transformaciones inexplicables, sanaciones físicas y otros fenómenos semejantes. Los siddhis no están bajo un control “personal”; son emanaciones del campo espiritual; son la manifestación del poder no lineal más la intención, que activa la potencialidad lineal.

Con el aumento del nivel de consciencia, lo milagroso se convierte en una nueva realidad en la cual lo que en apariencia es imposible se manifiesta sin esfuerzo, como si estuviese orquestado. Esto permite a las personas llevar a cabo un cambio mental respecto a sus actuaciones. Aprenden de este modo a actuar concentrándose en el proceso y “soltando” los resultados, lo cual contribuye enormemente a mantener la paz. Al actuar, sólo se puede controlar el proceso: « ¿He dado lo mejor de mí? ¿Ha sido pura la intención? ¿Me he preparado bien? ¿He utilizado herramientas de sabiduría?». Eso es todo lo que se puede hacer, y lo que determina si las propias acciones están dentro de la Ley —y, por lo tanto, ayudan a la persona a evolucionar— o no.

En definitiva, los resultados siempre quedan en manos de Dios. Puede ocurrir que el individuo actúe con la intención de conseguir un cambio evolutivo en algún lugar; pero el Universo puede necesitar retrasar ese cambio para facilitar procesos de evolución no completados. La comprensión de esta idea libera a la persona de la frustración. Por lo tanto, es necesario aprender a actuar “soltando el resultado”, es decir, a actuar en paz. Siempre que exista alguna intención de controlar el resultado de la   acción, ésta irá acompañada de un cierto grado de ansiedad.

Otro aspecto que ayuda en el crecimiento es actuar “como si”; si se quiere ser luz, se debe comenzar a actuar como lo hace la luz. Aunque todavía no se haya alcanzado internamente el nivel al que se aspira, actuar “como si” se hubiera llegado a él facilitará mucho la labor. Ante la
duda de qué hacer en una situación determinada, sirve de ayuda preguntarse: « ¿Qué haría Jesús, o Buda, o Gandhi ante esta misma situación?». Está claro que todavía no somos ellos, y no hay que sentirse culpables por no poder actuar como tales, pero siempre es posible hacerse esa pregunta. La respuesta mostrará el trabajo que todavía queda por hacer, y traerá claridad a la propia mente.

 En el Gita, cuando comenzó la batalla de Kurukshetra, Krishna le dijo a Arjuna: «No dejes que los frutos de la acción sean tu objetivo, y no te apegues a la inacción». Cuando se vaya a actuar es necesario recordar que existen dos lugares energéticos internos desde los que se pueden hacer las cosas: el lugar del “elijo hacerlas” y el del “tengo que hacerlas”. Es posible verificar rápidamente, en la propia vida, que el “tengo” causa un gran gasto de energía vital. Además, produce un bloqueo energético en algún nivel, y como consecuencia de ello será más difícil obtener buenos resultados. Sin embargo, cuando se actúa desde el “elijo hacerlo” no habrá gasto de energía y los resultados serán satisfactorios, porque se está actuando desde el lugar energético que fluye con la Ley.

Al intentar romper hábitos o patrones negativos, el “elijo” también ayuda mucho más que el “tengo que”. Hace falta mucha energía para romper con esas situaciones; si no, la fuerza de gravedad ganará. La costumbre de poner la intención continuamente detrás de algo hará que aumenten las posibilidades de manifestación de ese algo, y según se vaya verificando dará más confianza seguir haciéndolo.

 

Del libro “¿UN NUEVO PARADIGMA DE LA REALIDAD? De Gonzalo Rodríguez Fraile

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