"Que puedas caminar en la belleza."
- Bendición Navajo
Hace algunos años, estaba en la India visitando a mi maestro Poonjaji cuando un cambio drástico en la percepción me ocurrió. Me había vuelto, a lo largo de tantos viajes, cada vez más alérgica a la India. Con esto quiero decir que había desarrollado tal repulsión por las vistas, olores y sonidos que acosan los sentidos cada día, que andaba con una ligera sensación de náuseas. Sin embargo, la India me sigue atrayendo por su rico patrimonio espiritual y los grandes maestros que vivían allí. También me gusta que de vez en cuando desconectarme del ajetreado ritmo de vida occidental y, en los viejos tiempos, al menos, la India proporcionaba una sensación de entrar en el pasado colonial desde el momento en que se baja del avión . Pero yo había perdido toda noción romántica sobre gran parte de la India y en su lugar solo percibía la enfermedad, la contaminación, la pobreza y la superstición. Parecía que después de un tiempo mis ojos se fijaban en la fealdad en cada esquina.
Estar con mi maestro cambió todo eso. Empecé a sentir la presencia de la fuerza de la Vida en mí misma y, pronto, en todo a mi alrededor. Al caminar ya no me experimentaba como un cuerpo separado, sino en un movimiento que todo lo abarca, aún el paisaje. Esta percepción, a su vez producía una sensación de calor y aprecio por todo lo extraño y maravilloso, y también lo común . Ahora, donde ponía el ojo, mi corazón se iluminaba con la presencia interior de lo reconocido. Los jabalíes comiendo basura al lado de la carretera se volvieron hermosos para mí, porque podía ver con mi propia esencia la esencia misma de ellos. Ellos y yo, en diferentes formas, éramos sólo una parte del panorama sin límites de la Presencia.
En el Zen se dice: "Cuando te despiertas, todo el mundo se despierta." La propia conciencia despierta reconoce su propia naturaleza en todo, viendo su fuente como la fuente de todo. Entonces se percibe en el amor y la plenitud, experimentando la belleza no sólo en ciertos objetos, personas o lugares, sino como una inteligencia del corazón, despierta en todo su mundo.
Muy a menudo nuestra definición y apreciación de la belleza proviene de una conciencia limitada. Claro, podemos ver la belleza en las mejillas de color rosa y los ojos brillantes de un niño, en el resplandor púrpura y rojo de la salida del sol sobre un campo cubierto de nieve, o en la gracia lánguida de una hermosa mujer. La identificación de esta belleza no requiere una inteligencia especial. Nuestros genes y condicionamiento cultural lo hacen. Es fácil responder a los factores típicos del instinto y a lo que se nos ha enseñado como la belleza.
La belleza que experimentamos en la manifestación externa es un reflejo directo de la belleza de nuestra realidad interna. ¿Alguna vez ha notado cómo un ser querido o alguien que simplemente ha sido amable de repente puede parecer hermoso a pesar de que es posible que alguna vez lo considerara feo? ¿Qué fue lo que cambió? No sólo dependemos de la estimulación visual para experimentar la belleza, sino que al despertar, reconocemos que el mayor canal para la experiencia de la belleza es el Amor. Cuando amamos, vemos la belleza, hablamos en belleza, caminamos en belleza.
En el amor, somos la belleza misma.
Hay una historia contada por el alfarero japonés Hiroshi Eguchi sobre una visita a su tienda de cerámica en Nagasaki por Helen Keller y su maestra Ann Sullivan en 1948. Ciega y sorda de nacimiento, Helen Keller tenía en ese momento años de aprendizaje y descubrimiento de la belleza. El alfarero Eguchi había visto hacía sólo unos pocos años su ciudad devastada por la bomba atómica y se sentía amargado hacia los estadounidenses. Sin embargo, consintió en mostrar a las dos mujeres su tienda y se asombró cuando Hellen Keller recogió un jarrón especial muy antiguo. Ella lo examinó con sus manos y exclamó: "¡Oh, qué bonito". Eguchi indignado pensó para sí: "¿Cómo puede esta señora estadounidense ciega comprender la belleza y el valor de este jarrón!"
Siete años más tarde, Helen Keller y Sullivan Ann hicieron un segundo viaje a Nagasaki y volvieron a visitar la tienda de cerámica. Imagínese la sorpresa de Eguchi, cuando Helen le pidió que le mostrara la jarrón que había "visto" años antes. Al oír esto, Eguchi se dio cuenta que había juzgado mal la capacidad de apreciación de Helen Keller . Él escribiría un tiempo después de este episodio, "No es por nuestros ojos que podemos apreciar la cerámica. Es el corazón que siente la belleza de la cerámica".
Tal vez Eguchi había vivido lo suficiente como para darse cuenta de que es el corazón el que siente la belleza de todo.
Catherine Ingram
Catherine Ingram es una maestra internacional de Dharma con comunidades en los EE.UU., Europa y Australia.
Ex periodista especializada en temas de Conciencia y Activismo, Catherine Ingram es autora de dos libros, que se publicaron en varios idiomas:Tras las huellas de Gandhi: Las conversaciones con activistas espirituales / sociales (Parallax Press, 1990) yPresencia Apasionada : siete cualidades de la Conciencia Despierta (Penguin Putnam, 2003)
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