Cuando digo cosas como: “Siempre estás exactamente donde tienes que estar,” o “Eres perfecto, incluso en tu imperfección,” algunas personas se enojan.
“¿Qué pasa con los niños que se mueren de hambre? ¿Qué pasa con la destrucción del planeta? ¿Qué hay de la gente que muere diariamente en guerras y genocidios? ¿Acaso todo eso es perfecto?”
Hago que todo esto suene demasiado fácil, dicen. Simplista. Poco sincero. Superficial. Que apoyo la filosofía de los que viven cómodamente, de los ricos, de los privilegiados, de los jóvenes, de quienes no han sufrido lo suficiente.
Lo entiendo.
En primer lugar, jamás le diría a un niño hambriento, “todo es perfecto.” Me encantaría verme a mí mismo ayudándolos de la mejor manera posible. Alimentarlos, ofrecerles mi apoyo. Nunca le diría a alguien que está sintiendo dolor, o una angustia profunda, o una pena, “tu dolor es sólo una expresión de la Unidad”. (A menos que estuviera abierto a escucharlo, por supuesto. Este tipo de conversación tiene su lugar, también.) Yo más bien me sentaría con ellos, tal y como se sienten. Hablaría en su propio lenguaje. Les tomaría de la mano. Caminaría con ellos.
Desde cierto punto de vista, esta enseñanza sobre la aceptación y la presencia puede llegar a sonar cruda, narcisista, arrogante, incluso cruel. Ciertamente, podría ser utilizada como una forma de negar o rechazar nuestra humanidad, de ignorar el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo. Yo mismo estuve atrapado durante muchos años en ese tipo de espiritualidad que niega la vida, con mi corazón cerrado. Todo era perfecto, así que nada me importaba.
Pero despertar no es cerrar nuestros corazones, tampoco hacer pasar el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas como una mera ilusión. Todos somos Una sola cosa, por eso no podemos negar ningún aspecto de la totalidad. Todo es importante para el corazón. Esta es una enseñanza radical, de eso si podemos estar seguros. Se trata de una enseñanza que llega hasta la raíz. Es una enseñanza que nunca será popular, y que podría muy fácilmente ser malinterpretada.
¿Cuál es la esencia? Tu valía, tu autoestima, tu felicidad, tu totalidad, nunca dependen de fuerzas externas. Al saber lo que eres, dejas de buscar fuera de ti. Dejas de buscar a los demás para completarte, para hacerte íntegro. Y dejas de utilizar cosas externas como una excusa para desconectarte de tu propio brillo. Tú eres un sol, brillando, y nada en el mundo puede despojarte de eso. Tú eres la luz de la consciencia misma, y esto es verdad tanto si estás en el supermercado, o en prisión, o en una cama de hospital, o en las calles. Tu valor es infinito ante los ojos del universo.
Nelson Mandela lo sabía, incluso en prisión. Martin Luther King lo sabía, incluso mientras las balas lo atravesaban. Jesús lo sabía, mientras lo clavaban en la cruz. Victor Frankl lo sabía, mientras consolaba a otros en las entrañas de un campo de exterminación nazi. Ana Frank lo sabía. Jacques Lusseyran lo sabía. Gandhi lo sabía. Sócrates lo sabía. Malala Yousafzai lo sabía. Podían dispararle, pero su luz no podía morir, y las balas hicieron que su luz brillara con mucha más intensidad. Desde un sitio de paz, incluso perdón, ella llevó esperanza a quienes nunca tuvieron una voz.
Nunca tienes que dejar de brillar.
Y no tienes que volverte perfecto. La gracia no es algo que uno se merezca, no es algo que deba justificarse, es algo que de cualquier forma nos es dado. No necesitas alcanzar estados trascendentes. No tienes que sentirte alegre todo el tiempo, o dichoso todo el tiempo, o seguro todo el tiempo, o sin miedo todo el tiempo. No necesitas contar con todas las respuestas. Tu duda, tu tristeza, tu inseguridad, incluso tu desesperación son todos santos, y espirituales, y están imbuidos de luz, y desean ser abrazados, no apartados. Incluso tu falta de confianza es confiable, y tu incapacidad de amar es digna de amor a la luz del amor. Eres íntegro, y siempre has sido íntegro, y el coraje no es la ausencia de miedo o duda, sino la disposición de incluir todo ello en tu inmenso corazón, mientras das el siguiente paso, y el siguiente…
Así que sí, tú estás exactamente donde se supone que debes estar. No porque todo haya sido predeterminado y predestinado y escrito previamente, tampoco porque eres superior o especial o incluso porque allí estés físicamente seguro, sino porque donde estás, exactamente donde estás, es el lugar donde la sanación es posible. Y así, la aceptación no es una excusa para la pasividad, o para la tolerancia, o para darte por vencido, sino una razón para la esperanza, una receta para sanar, el origen del cambio.
Incluso si el mundo se derrumba a tu alrededor, dentro, en tu corazón, no tienes porqué ser una víctima, porque recuerdas la luz, la luz que no puede extinguirse a causa del dolor, del hambre, de la tristeza, incluso por la amenaza de la ausencia de luz. Tú recuerdas la luz de la Vida misma, la fuente de tu asombroso poder. Tú eres eso. Y no estás solo. Y tu poder reside en tu conexión con tu aliento, y con tu vientre, y con tus pies, y con la tierra, y con el universo, y con la verdad viviente detrás de todas las concepciones de la verdad. Y continúas caminando, no siempre sabiendo a dónde te conducirá el camino.
Las cosas podrían no sentirse ‘perfectas’ para ti en este momento, amigo, pero eres de infinito valor, y tu futuro no está aún escrito, independientemente de lo que opine la mente.
Y verás estos días en retrospectiva, y sonreirás.
Y si no sonríes, entonces por lo menos, comprenderás.
- Jeff Foster
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