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jueves, 30 de septiembre de 2021

LA TRAMPA DE LA ILUMINACIÓN - Stephen Levine

A veces estamos tan ocupados meditando que no podemos ver la verdad. Estamos tan llenos de buenas estrategias, de maneras de captar la Luz, que obstruimos nuestra sabiduría natural con todas nuestras acciones.

La iluminación es sinónimo de la capacidad de estar simplemente presentes, de estar en este momento sin apegarnos a ningún otro sitio, con toda nuestra vida aquí mismo y ahora mismo.

Nos sentamos para meditar durante una hora, pero ¿qué parte de esa hora nos limitamos a permanecer sentados? ¿Cuánto tiempo pasamos en pensar en la manera de sentarnos, en vez de sentarnos simplemente? ¿Qué parte de ese tiempo estamos perdidos en la mente que piensa.

 Ser capaces de estar simplemente sentados, o simplemente de ser, suele ser muy difícil. La mayor parte de nuestra vida nos han estado estimulando para estar en otra parte, usando planes y estrategias.

 Tal vez tengamos que librarnos de todos los medios eficaces y de todas las respuestas a nuestras preguntas si queremos seguir con nuestro trabajo.

 Los medios eficaces no van a aclararnos nada, como tampoco lo hará pensar que alguien o que algo externo a nosotros vaya a hacerlo, porque nos daremos cuenta que lo que estamos buscando está ya aquí.

 Incluso la mente errante, si la observamos sin desear que cambie, es la clave de una gran sabiduría porque es exactamente quienes  somos en ese momento. No necesitamos ser nadie más.

 Cuando experimentamos el momento, conocemos la verdad, y esa verdad es aplicable y útil en ese momento. Pero no nos aferremos a ella porque esa verdad es la verdad de ese momento. En otro momento podría ser un obstáculo. Igualmente también los métodos son verdades de un momento, herramientas para usar y tirar. Los métodos pueden ser medios para ir más allá del condicionamiento o pueden convertirse simplemente en una carga adicional. Los métodos son como una espina que se usa para quitar otra espina. Cuando se extrae la primera espina de la carne, hay que tirar las dos espinas juntas. Todos los métodos, todas las respuestas profundas, son reflejos del momento que hay que mirar y abandonar.

 Podemos mantener un compromiso con una sola práctica sin mostrar rigidez ni tener prejuicios. Confiando en el sentido interno de lo que necesitamos, podemos mantener una relación profunda con la fuente que buscamos.

 La confianza en la naturaleza búddhica, en el corazón de Cristo, en la esencia de cualquier linaje que sigamos, nos permite incluso equivocarnos a veces. Nuestra adicción a "tener razón " siempre es un gran obstáculo para la verdad. Nos mantiene alejados de ese tipo de apertura que proviene de la confianza en nuestra sabiduría natural.

 El maestro zen Suzuki Roshi hablaba de la "iluminación previa a la iluminación" que es el estado de la mente en el que hay atención, cuando no estamos interesados en que las cosas sean de una determinada manera distinta a lo que son. Se trata de ver simplemente el momento presente, con paciencia y una visión clara.

 Cuando usamos algún método para ayudarnos, muchas veces pensamos en el concepto de una mente iluminada o no iluminada. Y así, continuamos separados de nuestra globalidad, seguimos sin estar en el momento presente.

 La iluminación no es la iluminación. La iluminación es una palabra.

 Una de las causas que nos separa de lo que podría ser la iluminación son nuestras ansias de lo que imaginamos que es la iluminación. La iluminación puede convertirse en nuestra mayor causa de sufrimiento, porque es nuestro mayor anhelo. En nuestro mayor anhelo por "estar en otra parte", está nuestro mayor vacío.

 La iluminación es la libertad, la idea de la iluminación es una cárcel.

 La verdad existe en el momento. Si estamos en cualquier otra parte buscando algo, fuera de “ese” momento, estamos encarcelados.

 Yo pensaba antes que las experiencias intensas eran una indicación de haber conseguido algo. Tenía una experiencia nueva y poco después tenía otra visión, y pensaba "¡Oh!, realmente voy avanzando, ¡cada vez estoy más cerca!", y después había una experiencia vaga y después una experiencia intensa...y,( cada vez la misma idea), " Oh, aquí está!"... Y después estaba el "mundo de la sabiduría insuperable", y, luego el "ningún tipo de yo, en ninguna parte", y después otra experiencia, y otra, y yo decía, "bueno, ¡ ya, no puede estar demasiado lejos"!...

 Y cada vez más experiencias. Después, empecé a darme cuenta de que lo que pensaba era que habría unas cuantas docenas de experiencias, y que ya estaba todo terminado; una realización pura veinticuatro horas al día.

 Pero resulta que hay cientos y cientos de lo que llamamos "experiencias intensas" Y no son más que experiencias...

 Un amigo cuyo maestro de meditación había hablado mucho de él en la India, por varias experiencias extraordinarias que había tenido, regresó a su país. Poco después de regresar fue a visitar a un célebre maestro del Zen coreano. El maestro Zen le preguntó cómo iba su práctica. Con cierto orgullo mi amigo le habló de sus visiones extraordinarias y de sus experiencias y de la profundidad de ciertos momentos de su meditación. El maestro coreano miró despistadamente por la habitación hizo una pausa y le preguntó: " ¿y donde están esas experiencias ahora?”

 El valor de las experiencias profundas es la purificación. La penetración en lo que es, lo que ocurre en el momento. Pero aferrarse a cualquier experiencia como una consecución o como una verdad capturada aparta la atención de la realidad del momento siguiente.

 Entonces, ¿cómo podemos trabajar hacia la iluminación sin aferrarnos al deseo?

 Desgraciadamente, en inglés usamos la palabra "deseo" para definir dos actitudes mentales muy distintas.

 Existe el "deseo" que busca la iluminación, tal vez en pos de la satisfacción de una vida más fácil, y existe el "deseo" de que todos los seres estén libres del sufrimiento, de que el mundo tenga paz. Puede existir el deseo de la purificación, que es esencialmente una "motivación" hacia la plenitud. Es un abrir las manos, es estar dispuesto a recibir, antes que un deseo de ser el primero de nuestro bloque de pisos en haber atrapado la sabiduría universal.

 El deseo de libertad, cuando nos empuja a ir hacia nuestro estado natural, es un gran júbilo. El deseo de ser libres de las cosas tal como son es un gran sufrimiento.

 Nadie que desee estar iluminado estará nunca iluminado, porque aquello de lo que nos liberamos con la iluminación es de querer estar iluminados. Desear la iluminación es como el ego deseando estar presente en su propio funeral.

 El yo imaginado, al tratar de poseer la iluminación, .no se da cuenta de que está cometiendo suicidio, porque es la destrucción de este "yo" separado lo que permite la experiencia de nuestra naturaleza universal.

 Es un despertar gradual, pero, aun sabiéndolo, podemos a veces ver cómo nuestro condicionamiento desaparece en un momento de gran paz o de clara visión, muy parecido al pez que salta del agua para coger un insecto.

 Podemos decirnos, no busques experiencias intensas porque sabemos que no son sino parte del espectáculo transitorio, pero sin embargo a veces nos fijamos en la mente condicionada que quiere ser algo distinto a lo que es. Pero no es más que este apego, este constante convertirse, lo que hace que la mente parezca no estar iluminada.

 Cuando no hay ningún apego en ningún punto, ya está; esa es la mente original, la esencia de la mente original, la esencia de la mente. Ya es pura. Ya es luminosa. Cuando experimentamos eso durante una milésima de segundo, el mundo se detiene y podemos desapegarnos de cualquier necesidad de estar en ninguna parte excepto en la perfección del momento.

 Todos sabemos más de lo que creemos saber. La sabiduría es más accesible para nosotros de lo que nos damos cuenta. No confiamos en nuestra visión porque creemos que no estamos iluminados. Un amigo mío decía "sal a la calle y finge estar iluminado. Si sigues actuando así, lo estarás. Pues bueno, ¿por qué no?".

 En lugar de eso, fingimos no estar iluminados. Pero "no iluminados" e "iluminados" no son más que ideas.

 Cuando observamos la mente, vemos lo débil que es el pensamiento, porque el movimiento del pensamiento consiste sobre todo en palabras. Pero a un nivel más profundo hay un movimiento de la mente que puede experimentarse cuando ya no nos basamos en palabras, cuando no nos limitamos a experimentar.

 A ese nivel experimentamos una urgencia que podríamos llamar casi "una añoranza de Dios", un anhelo estático de regresar a Casa, de volver al origen, de ser completos.

 Este es el infinito incondicionamiento que está más allá de la mente, el ser puro e indiferenciado.

Stephen Levine (17 de julio de 1937 - 17 de enero de 2016) fue un poeta, autor y maestro estadounidense mejor conocido por su trabajo sobre la muerte y el morir. Es uno de una generación de maestros pioneros que, junto con Jack Kornfield, Joseph Goldstein  y Sharon Salzberg, han hecho que las enseñanzas del budismo estén más ampliamente disponibles para los estudiantes en Occidente. 

 (Extracto del libro “A Gradual Awakening”, .Cap. 14 )

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