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sábado, 2 de enero de 2021

Abrazando la plenitud de la vida - Stephan Bodian

 

La verdad última es en realidad bastante simple: la consciencia (también conocida como vacuidad o Espíritu) es la fuente y la esencia de lo que es. Nada existe fuera de la consciencia. El que experimenta y lo que es experimentado, sujeto y objeto, yo y el otro, no son más que Espíritu. Como lo expresaron los Upanishads, ¡el mundo manifestado es una aparición, solo la consciencia es real, la consciencia es el mundo! O en palabras del Sutra del Corazón, la forma es vacío, el vacío es forma.

Ahora bien, esto puede parecer simplemente una formulación conceptual abstracta, pero el verdadero despertar espiritual implica el reconocimiento experiencial de esta verdad fundamental. El Espíritu no solo irradia a través de (y como) todo ser y cosa, sino que lo que realmente soy no es más que el mismo espíritu o consciencia que toma forma humana. Esta es la esencia de la auto-realización.

Al mismo tiempo que reconocemos y permanecemos en esta unidad y completitud inherente, no debemos olvidar que la unidad que somos acoge a toda multiplicidad dentro de su abrazo ilimitado. El espíritu no mora prístino y aparte de la manifestación, sino que se expresa en una gran variedad de formas, independientemente de nuestras preferencias. No importa cuánto podamos despreciarlos, el déspota y el psicópata son tanto consciencia como el santo iluminado o sabio; son simplemente ignorantes de su verdadera naturaleza.

Incluso más cercano y relevante para nuestra vida cotidiana, el "pensamiento oscuro, la vergüenza, la malicia", en palabras de Rumi, son esencialmente tan perfectos y sagrados como la compasión y la felicidad. Nuestra verdadera naturaleza no los discrimina ni rechaza, sino que los acoge a todos sin juicios ni reservas. Cuando permanecemos en y como consciencia despierta, presencia incondicional, estamos dando el mayor permiso para que todo sea como es. En este abrazo incondicional, el velo del juicio y la resistencia que nos divide y crea tanto conflicto y sufrimiento interno se desvanece, y vemos la vida como la consciencia se ve a sí misma: inherentemente perfecta y completa. (Por supuesto, este acogimiento no nos impide hacer los cambios necesarios que nos sintamos motivados a realizar en la vida cotidiana).

Esta visión no-dual se opone a nuestra cultura analítica e hipercrítica, que evalúa, califica y clasifica constantemente la experiencia de acuerdo con algún estándar predeterminado. Se nos enseña que debemos mirar, actuar y sentir de cierta manera para estar a la altura. Incluso los llamados enfoques espirituales pueden enseñar que algunas emociones son mejores que otras y que deben cultivarse, mientras que otras deben evitarse y suprimirse.

Esta perspectiva dualista es parte de nuestro condicionamiento e impregna nuestro enfoque de la vida en todos los niveles, desde la cuna hasta la tumba; estamos constantemente eligiendo y seleccionado, agarrando y soltando, y rara vez nos detenemos y nos abrimos a lo que hay ahora, tal como es. Si aspiramos al despertar espiritual, puede ser útil sumergirnos en la perspectiva no-dual a través de las enseñanzas, el diálogo, la meditación y  la auto-indagación . De lo contrario, la atracción del juicio y la separación pueden ser tan convincentes que simplemente seguimos repitiendo los viejos patrones de pensamiento dualistas.

Stephan Bodian

Formado durante una década como monje budista zen y con licencia como psicoterapeuta, Stephan ha sido pionero en la integración de la sabiduría oriental con la psicología occidental y en la aplicación de la atención plena (mindfulness) en la vida cotidiana.

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