DONACIÓN AMOROSA

 

DONACIÓN AMOROSA

 

INFINITAS GRACIAS!!

GRACIASSSS...Por todo vuestro amoroso apoyo tanto presencial como financiero, los que han podido, a través de tantos años. Porque ayuda el que dona dinero...pero ayuda inconmensurablemente quien expande su amor y su Presencia en el Infinito Campo de Conciencia en el que estamos entrelazados♥

Buscar en este blog

sábado, 2 de enero de 2021

LA MENTE ERRADA, EL SISTEMA DE PENSAMIENTO DEL EGO - Kenneth Wapnick

Los dos sistemas de pensamiento que son críticos para entender Un curso en milagros son los que se conocen como mente errada y mente correcta. La mente errada puede equipararse con el ego. La mente correcta puede equipararse con el sistema de pensamiento del Espíritu Santo, que es el perdón. El sistema de pensamiento del ego no es un sistema muy feliz. Tal como el Curso lo plantea, tanto el sistema de pensamiento del ego como el del Espíritu Santo son perfectamente lógicos y consistentes de por sí. También son mutuamente excluyentes. Es muy útil comprender exactamente cuál es la lógica del sistema del ego, puesto que la misma es muy lógica. Una vez captas esa secuencia lógica se aclararán muchas cosas en el texto, que de lo contrario parecerían obscuras.

 Una de las dificultades al estudiar Un curso en milagros es que éste no es como otros sistemas de pensamiento. La mayoría de los sistemas de pensamiento proceden en forma lineal donde empiezas con ideas sencillas que se van elaborando y se van haciendo más complejas. El Curso no es así. Su sistema de pensamiento está presentado en forma circular. Parece ir girando sobre el mismo material, una vez tras otra. Imagínense un pozo: vas girando alrededor del pozo y vas profundizando y profundizando hasta llegar al fondo. El fondo de este pozo sería Dios. Pero te mantienes alrededor del mismo círculo. Así es cómo, a medida que profundizas, te acercas más al fundamento del sistema del ego. Pero siempre es la misma cosa. Y es por esto que el Curso dice la misma cosa una vez tras otra. Porque es casi imposible captarlo la primera vez o centésima vez, necesitas de las seiscientas veintidós páginas. Es un proceso y ésta es una de las cosas que distingue a Un curso en milagros de cualquier otro sistema espiritual. A pesar de que es un sistema de pensamiento muy intelectualizado en su presentación, es un proceso empírico.

 Está escrito deliberadamente en la forma que está, desde el punto de vista pedagógico, para que no lo estudiemos como cualquier otro sistema, sino más bien para que se nos conduzca alrededor de este pozo. En el proceso de ir trabajando con el material del Curso, y con el material de nuestra vida personal, iremos comprendiendo progresivamente lo que dice el Curso. Sin embargo, creo que es útil examinar el sistema de pensamiento del ego, desde un punto de vista lineal, para poder comprender cómo se ha erigido este sistema. Esto facilitará la lectura del texto.

El pecado, la culpa y el miedo

 Hay tres ideas claves para comprender el sistema de pensamiento del ego. Son las piedras angulares de todo el sistema y estas son: pecado, culpa y miedo. Cuando veas la palabra "pecado" en el Curso siempre la podrás substituir por la palabra "separación" porque las dos palabras son lo mismo. El pecado del cual nos sentimos más culpables, y que es la fuente de toda nuestra culpa, es el pecado de nuestra creencia en una separación de Dios, de lo cual hablé hace un minuto. Esto es aproximadamente lo mismo que enseñan las iglesias como "pecado original". El tercer capítulo del Génesis da perfecta cuenta de cómo nació el ego. El Curso hace referencia a ello en la primera parte del capítulo dos del texto (T-213-4).

 Así que el inicio del ego es la creencia de que nos hemos separado de Dios, y esto es lo  que es el pecado: la creencia de que nos hemos separado de nuestro Creador y hemos establecido un yo que está separado de nuestro verdadero Ser. El Ser es sinónimo de Cristo. Cada vez que veas la palabra en mayúsculas "Ser" la puedes substituir por la palabra "Cristo".

Falta de…; odio o rechazo a uno mismo; sentimientos de incompetencia, fracaso, vacío; sentimientos de que nos falta algo o de que carecemos de algo o de que algo está incompleto.

 La mayor parte de esta culpa es inconsciente; es por esto que el ejemplo de un témpano de hielo es tan útil. La mayoría de estas experiencias de cuán podridos realmente creemos que estamos están debajo de la superficie de nuestra mente consciente que, por supuesto, las hace virtualmente inaccesibles a nosotros. La fuente fundamental de toda esta culpa es la creencia de que hemos pecado contra Dios al separarnos de El. Como resultado, nos vemos separados de todos los demás y de nuestro Ser.

 Tan pronto nos sentimos culpables es imposible no creer que seremos castigados por las cosas terribles que creemos haber hecho y lo terrible que creemos que somos. Tal como enseña el Curso, la culpa siempre exigirá castigo. Una vez que nos sentimos culpables creemos que debemos ser castigados por nuestros pecados. Psicológicamente no hay forma de evitar ese paso. Entonces nos da miedo. Todo miedo, no importa lo que nos parezca que es su causa en el mundo, surge de la creencia que debo ser castigado por lo que he hecho o no he hecho. Entonces me da miedo de lo que será el castigo.

 Puesto que creemos que el objeto final de nuestro pecado es Dios, contra Quien hemos pecado al separarnos de Él, entonces creemos que será Dios Mismo Quien nos castigará. Cuando lees la Biblia y te encuentras con todos esos terribles pasajes donde se menciona la ira y venganza de Dios, de aquí es de donde surgen. No tiene nada que ver con Dios como Él es, puesto que Dios es solo Amor. Sin embargo, todo tiene que ver con las proyecciones de nuestra propia culpa hacia Él. No fue Dios Quien expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén; fueron Adán y Eva quienes se expulsaron a ellos mismos del Jardín del Edén.

 Tan pronto creemos que hemos pecado contra Dios, cosa que todos creemos, también tenemos que creer que Dios nos castigará. El Curso habla sobre los cuatro obstáculos hacia la paz, y el último obstáculo es el miedo a Dios (T 19.IV D). Lo que hemos hecho, desde luego, es que al tenerle miedo a Dios hemos cambiado al Dios de Amor en un Dios de miedo: un Dios de odio, castigo y venganza. Y esto es justamente lo que el ego quiere que hagamos. Una vez que nos sentimos culpables, no importa de dónde creamos que proviene la culpa, también estamos creyendo no sólo que somos culpables sino que Dios nos va a matar. Así Dios, Quien es nuestro Padre amoroso y nuestro único Amigo, se convierte en nuestro enemigo. Y vaya enemigo, sobra decirlo.

 Repito, este es el origen de las creencias que se encuentran en la Biblia, o en cualquier otro lugar, de que Dios es un Padre castigador. Creer que Él lo es, es atribuirle las mismas cualidades del ego que tenemos. Como dijo Voltaire, "Dios creó al hombre a Su propia imagen, y luego el hombre le devolvió el cumplido." El Dios que creamos es realmente la imagen de nuestro propio ego.

 Nadie puede existir en este mundo con tal grado de miedo y terror, ni con ese grado de auto-odio y culpa en su mente consciente. Sería absolutamente imposible para nosotros vivir con esa cantidad de ansiedad y terror; simplemente nos devastaría, por lo tanto, tiene que haber alguna forma para salir adelante. Puesto que no podemos acudir a Dios por ayuda, considerando que dentro del sistema del ego hemos convertido a Dios en enemigo, el único recurso disponible que tenemos es el ego mismo. Vamos al ego por ayuda y le decimos: "Mira, tú tienes que hacer algo; no puedo tolerar toda esta ansiedad y terror que siento. ¡Ayúdame!" El ego, fiel a su forma, nos ofrece una ayuda que en verdad no lo es aunque aparente serlo. La "ayuda" llega en dos formas básicas, y es realmente aquí donde se pueden comprender y apreciar verdaderamente las contribuciones hechas por Freud.

La negación y la proyección

Creo que aquí debo ofrecerle cierto reconocimiento a Freud, quien está recibiendo mala publicidad en estos días. La gente es generosa con Jung, lo mismo que con otros psicólogos no tradicionales, y eso está bien, pero a Freud lo están empujando hacia el fondo. Sin embargo, la comprensión básica del ego en el Curso se basa directamente en las enseñanzas de Freud. Fue un hombre muy brillante, y si no hubiera sido por Freud no habría Un curso en milagros. Jung mismo  dijo, a pesar de todos los problemas que tuvo con Freud, que él simplemente estaba parado  sobre los hombros de Freud. Y eso se aplica a cualquiera que haya venido después de Freud.  Freud describió en forma muy sistemática y lógica exactamente cómo funciona el ego.

 Déjenme mencionar únicamente que Freud utiliza la palabra "ego" en forma distinta a como lo hace el Curso. En el Curso, "ego" se utiliza como un equivalente aproximado al uso que se le da en el

Oriente. En otras palabras, el ego es el ser con "s" minúscula. Para Freud el ego es sólo una parte de la psiquis la cual consiste del id (el inconsciente), el superego (el consciente) y el ego, que es la parte de la mente que integra todo esto. Las formas en que el Curso utiliza la palabra "ego" equivaldrían aproximadamente al total de la psiquis freudiana. Simplemente tienes que hacer la transición para trabajar con el Curso.

 Dicho sea de paso, el único error de Freud fue ¡uno bien grande! No reconoció que la psiquis entera era una defensa contra nuestro verdadero Ser, nuestra verdadera realidad. Freud le temía tanto a su propia espiritualidad que tuvo que construir un sistema de pensamiento que fuera virtualmente impenetrable a la amenaza del espíritu. Y eso fue realmente lo que hizo. Pero fue absolutamente brillante al describir cómo funciona la psiquis o el ego. Repito, su error estuvo en no reconocer que toda la cosa era una defensa contra Dios. Básicamente de lo que hablamos hoy, en términos del ego, está basado en lo que Freud dijo. Todos tenemos una gran deuda de gratitud con él. Las contribuciones de Freud en cuanto a los mecanismos de defensa fueron particularmente notables; esto nos ayuda a comprender cómo nos defendemos contra toda la culpa y el miedo que tenemos.

 Cuando recurrimos al ego para que nos auxilie abrimos uno de los libros de Freud y encontramos dos cosas que ayudarán mucho. La primera es represión, o negación. (El Curso nunca utiliza la palabra "represión"; utiliza la palabra "negación". Pero puedes utilizar cualquiera de las dos.) Lo que hacemos con esta culpa, este sentimiento de pecado, y con  todo el terror que sentimos, es simular que no está allí. Lo empujamos fuera de nuestra  conciencia, y este empujar es lo que se conoce como represión o negación. Simplemente nos  negamos su existencia. Por ejemplo, si somos demasiado perezosos para barrer nuestro piso,  barremos la mugre bajo la alfombra y fingimos que no está allí; o como un avestruz que cuando tiene miedo hunde la cabeza en la arena para no tener que manejar o mirar aquello que lo amenaza.

 Bueno, esto no funciona por razones obvias. Si seguimos barriendo bajo la alfombra, ésta se llenará de protuberancias y eventualmente tropezaremos, mientras que el avestruz podría ser herido si permanece con la cabeza en esa postura.

 Pero en cierto nivel sabemos que nuestra culpa está ahí. Así que nuevamente recurrimos al ego y decimos: "La negación está muy bien, pero tendrás que hacer alguna otra cosa. Este asunto se va a acumular y entonces explotaré. Por favor ayúdame." Y entonces el ego dice: "Tengo justo la cosa para ti." Nos pide que busquemos cierta página de la "Interpretación de los Sueños" de Freud, o algo similar, y allí encontraremos lo que se conoce como proyección. Probablemente en Un curso en milagros no haya una idea más esencial para la comprensión que ésta. Si no comprendes la proyección no entenderás una sola palabra del Curso, o cómo funciona el ego, o cómo el Espíritu Santo anulará lo que ha hecho el ego. Proyección sencillamente significa que tomas algo de tu interior y dices que realmente no está allí; está fuera de ti en alguna otra persona. La palabra misma literalmente significa expeler, o lanzar desde o hacia otra cosa, y esto es lo que todos hacemos al proyectar. Tomamos la culpa, o el pecado que creemos está dentro de nosotros y decimos: no está en mí, está en ti. No soy la persona culpable, tú eres el culpable. No soy responsable de lo miserable e infeliz que soy; tú eres el culpable. Desde el punto de vista del ego no importa quién sea el "tú". Al ego no le importa hacia quien proyecte mientras encuentre a alguien sobre quien descargar su culpa. Así es como el ego nos enseña a zafamos de la culpa.

 Quizá la mejor descripción de este proceso de proyección que conozco se encuentra en el Antiguo Testamento, en el Capítulo 16 del libro de Levítico, donde a los Hijos de Israel se les dice lo que deben hacer en el Día de la Expiación, Yom Kippur. Se les dice que se reúnan, y en el centro del campamento está Aaron, quien como el Sumo Sacerdote, es el mediador entre la gente y Dios. Junto a Aaron hay un chivo. Aaron coloca su mano sobre el chivo transfiriendo simbólicamente a este pobre chivo todos los pecados que la gente ha acumulado durante el año. Luego arrojan al chivo fuera del campamento. Ese es un recuento perfecto y gráfico sobre lo que es la proyección y, desde luego, de allí sacamos la expresión "chivo expiatorio".

 Así, tomamos nuestros pecados y decimos que no están en nosotros; están en ti. Y luego ponemos una distancia entre nosotros y nuestros pecados. Nadie quiere estar cerca de su pecado, así que lo sacamos de dentro de nosotros y lo colocamos en alguna otra persona y luego desterramos a esa persona de nuestra vida. Hay dos formas de hacer esto. Una es separarnos físicamente de la otra persona; la otra es hacerlo psicológicamente. La separación psicológica es la más devastadora y también la más sutil.

 La forma cómo nos separamos de alguien, una vez que le hemos adjudicado nuestros pecados, es atacándolo o poniéndonos furiosos con él. Cualquier expresión de nuestra ira, ya sea, una leve molestia o furia intensa, (no hay ninguna diferencia: son lo mismo [L-pI.21.2:3-51) -es siempre un esfuerzo para justificar la proyección de nuestra culpa, no importa cuál parezca ser la causa de nuestra ira. Esta necesidad de proyectar nuestra culpa es la causa básica de toda ira. Tú no tienes que estar de acuerdo con lo que dice o hace otra gente pero en el minuto que experimentes una respuesta personal de ira, juicio o crítica, siempre se debe a que has visto en la otra persona algo que has negado en ti. En otras palabras, estás proyectando tu pecado y culpa a esa persona y lo estás atacando allí. Pero esta vez no lo estás atacando en ti mismo; lo estás atacando en esa otra persona y quieres tener a esa persona lo más lejana de ti posible. Lo que realmente quieres hacer es poner tu pecado tan lejos de ti como sea posible.

 Algo interesante cuando se lee el Antiguo Testamento, especialmente los Capítulos 11 a 15 del libro de Levítico, el tercer libro del Tora, es ver cómo en forma tan detallada los hijos de Israel trataban de identificar la suciedad que los rodeaba y cómo debían mantenerse apartados de ella. Hay algunos pasajes bastante detallados que describen lo que es la suciedad, ya sea en las cualidades de la gente, formas de desaseo, o ciertas personas en sí mismas. Luego explica cómo los hijos de Israel deberían mantenerse separados de aquellas formas de desaseo. Sean cuales fueran las razones envueltas, el significado básico de estas enseñanzas era la necesidad psicológica de sacar la suciedad de tu interior, y ponerla fuera, en alguien más, y luego separarte de esa persona.

 Es interesante, cuando lo has comprendido, leer el Nuevo Testamento y ver cómo Jesús actuó contra eso. El abrazó todas las formas de suciedad que la gente había considerado y visto como parte esencial de su religión para mantenerse separada. Se empeñaba en abrazar a aquellos a quienes la Ley Judía había identificado como proscritos como si quisiera decirles: "Tú no puedes proyectar tu culpa en otras personas. Debes identificarla en ti mismo y sanarla allí." Es por esto que el evangelio dice cosas tales como limpia el interior de tu vaso, no el exterior (Lc 11:39); no te preocupes de la paja en el ojo de tu hermano, preocúpate de la viga en el tuyo (Lc 6:4142); y no es lo que llega al hombre lo que lo hace sucio, sino lo que procede de su interior (Mt 15:11). El punto es exactamente el mismo que el del Curso: la fuente de nuestro pecado no está afuera sino adentro. Pero la proyección busca hacemos ver nuestro pecado fuera de nosotros y luego tratar de resolverlo allí, por tanto nunca vemos que el problema está adentro.

 Cuando acudimos a pedir ayuda al ego y decimos: "Ayúdame a zafarme de mi culpa", el ego dice:

"Muy bien, la forma de zafarte de tu culpa es que la reprimas primero y luego la proyectes hacia otras personas. Así es cómo te zafarás de tu culpa." Lo que el ego no nos dice es que la culpa que proyectamos es un ataque y que es la mejor forma de aferrarnos a ella. El ego no es ningún tonto; quiere mantenemos culpables. Déjenme explicar esta idea por un momento porque también es una de las ideas claves si vamos a entender cómo el ego nos aconseja.

 Un curso en milagros habla de "la atracción de la culpa" (T 19.IV A.10-17). Al ego le atrae mucho sentirse culpable; su razón es obvia una vez recuerden lo que es el ego. La razón fundamental del ego para aconsejarnos que neguemos y proyectemos se basa en lo siguiente: el ego no es más que una creencia, y es una creencia en la realidad de la separación. El ego es el falso ser que aparentemente surgió cuando nos separamos de Dios. Por lo tanto, mientras creamos que la separación es real el ego está a sus anchas.

 Una vez creamos que no hay separación el ego está terminado. Como lo diría el Curso, el ego, y el mundo que éste hizo, desaparecerán en la nada de donde provinieron (M-13.1:2). El ego es realmente nada. Mientras creamos que el pecado original ocurrió, que el pecado de la separación es real, estaremos diciendo que el ego es real. La culpa es la que nos enseña que el pecado es real. Cualquier sentimiento de culpa es siempre una frase que dice, "He pecado." Y el significado fundamental del pecado es que me he separado de Dios. Por lo tanto, mientras crea que mi pecado es real, seré culpable. Ya sea que vea la culpa en mí o en otra persona, estoy diciendo que el pecado es real y que el ego es real. Así que el ego tiene absoluto interés en mantenemos culpables.

 Cuando el ego se enfrenta al ser libre de culpa, ataca; porque el mayor pecado contra el sistema de pensamiento del ego es el ser libre de culpa. Si eres libre de culpa también eres  impecable, y si eres impecable no hay ego. Hay una línea en el texto que dice: "para el ego los inocentes son culpables" (T-13.11.4:2), porque ser libre de culpa es pecar contra el mandamiento del ego: "Serás culpable." Si eres libre de culpa entonces eres culpable de ser libre de culpa. Por ejemplo, es por esto que el mundo mató a Jesús. El nos enseñó que somos libres de culpa y el mundo lo mató porque estaba blasfemando contra el ego.

 Por lo tanto, el ego siempre tiene como propósito fundamental mantenemos culpables. Pero él no puede decírnoslo porque si lo hiciera no le prestaríamos atención. Así que el ego nos dice, si atiendes lo que digo veré que te liberes de tu culpa. Y la forma como lo haces, repito, es negar su presencia en ti, verla en alguien más, y luego atacar a esa persona. En esa forma estarás libre de tu culpa. Pero no nos dice que el ataque es la mejor forma de mantenernos culpables. Esto es verdad porque existe otro axioma psicológico que dice que cuando atacas a alguien, ya sea mental o directamente, te sentirás culpable. No hay manera de hacer daño a alguien, ya sea en pensamiento o en obra, sin que te sientas culpable. Puede que no experimentes la culpa-por ejemplo los psicópatas no experimentan la culpa pero eso no significa que en un nivel más profundo no te sientas culpable.

 Entonces lo que el ego hace, muy astutamente, es establecer un ciclo de culpa y ataque, según el cual mientras más culpables nos sintamos mayor es nuestra necesidad de negarlo en nosotros y de atacar a otra persona. Pero mientras más ataquemos a alguien, mayor será nuestra culpa por lo que hemos hecho, porque en algún nivel reconoceremos que hemos atacado falsamente a esa persona.

Eso sólo nos hará sentir culpables, y esto mantendrá el asunto repitiéndose una vez tras otra. Es este ciclo de culpa y ataque lo que hace funcionar este mundo; no es el amor. Si alguien te dice que el amor hace funcionar al mundo entonces no conoce mucho acerca del ego. El amor es del mundo de Dios y es posible reflejar ese amor en este mundo. Sin embargo, el amor no tiene lugar en este mundo. Lo que sí tiene lugar es la culpa y el ataque, y ésta es la dinámica que está tan presente en nuestras vidas, tanto individual como colectivamente.

El ciclo de ataque-defensa

 Un ciclo secundario que se establece es el ciclo de ataque-defensa: una vez que creo que soy culpable y proyecto mi culpa hacia ti y te ataco, creeré (debido al principio que mencioné anteriormente) que mi culpa exigirá castigo. Puesto que te he atacado creeré que merezco que me ataquen. Ya sea que tú ataques o no, no importa, yo creeré que lo vas a hacer debido a mi culpa. Al creer que me vas a atacar creo que debo defenderme contra tu ataque. Y puesto que estoy tratando de negar el hecho de que soy culpable, sentiré que tu ataque contra mí es injustificado. En el momento en que yo te ataque, mi miedo inconsciente es a que tú me vayas a atacar en respuesta y lo mejor es prepararme para eso. Así que tengo que erigir una defensa contra tu ataque. Todo esto lo que hará es causarte miedo y entonces llegamos a un consorcio en que mientras más te ataque, más te tienes que defender contra mí y devolverme el ataque, y yo tendré que defenderme contra ti y atacarte nuevamente. Y así iremos de un lado a otro (L-pI.153.2-3).

 Esta dinámica, desde luego, es lo que explica la locura de la carrera armamentista. También explica la locura que todos sentimos. Mientras más grande sea mi necesidad de defenderme más estoy  reforzando el hecho mismo de que soy culpable. Este es también un principio el cual es muy  importante que entendamos en términos del ego y probablemente se explica más claramente en una  línea del texto que dice, "las defensas dan lugar a lo que quieren defender" (T-17.IV7:1). El propósito de todas las defensas es proteger o defendernos contra nuestro miedo. Si no tuviera miedo no tendría que tener una defensa, pero el hecho mismo de que necesito una defensa me dice que debo tener miedo, porque si no tuviera miedo no tendría que molestarme defendiéndome. El hecho mismo de estar defendiéndome está reforzando el hecho de que debo tener miedo y debo tener miedo porque soy culpable. Así que aquello de lo cual se supone que mis defensas me protegen, mi miedo de ellas lo están reforzando. Por lo tanto, mientras más me defiendo más me percato de que soy un ego: pecaminoso, culpable y miedoso.

 El ego no es ningún tonto. Nos convence de que tenemos que defendernos, pero mientras más lo hagamos más culpables nos sentimos. Nos dice en muchas formas diferentes cómo debemos defendernos de nuestra culpa. Pero la misma protección que nos ofrece refuerza esa culpa. Es por esto que damos vueltas y más vueltas. Hay una lección maravillosa en el libro de ejercicios para estudiantes que dice, "En mi indefensión radica mi seguridad" (L-pl. 153). Si voy a aprender que en verdad estoy en seguro y que mi verdadera protección es Dios, lo mejor que puedo hacer es no defenderme. Es por esto que leemos en los evangelios sobre los últimos días de Jesús en que el no se defendió (véase, por ejemplo, Mt 26:52-53 y Mt 27:14). Desde el momento en que lo arrestaron, durante todo el tiempo en que lo escarnecieron, azotaron, persiguieron y hasta lo asesina- ron, él no se defendió. Y lo que estaba diciendo con eso era, "No necesito defensa", pues como dice el libro de ejercicios para estudiantes, "El Hijo de Dios no necesita defensa contra la verdad de su realidad" (L-pI.135.26:8). Cuando verdaderamente conocemos quienes somos y Quién es nuestro Padre, nuestro Padre en el Cielo, no tenemos que protegernos porque la verdad no necesita defensa. Sin embargo, dentro del sistema del ego sentiremos que necesitamos protección y siempre estaremos defendiéndonos. De este modo actúan realmente estos dos ciclos para mantener funcionando todo el asunto del ego. Mientras más culpables nos sintamos, más atacaremos.

Mientras más ataquemos, más culpables nos sentiremos. Mientras más ataquemos, más sentiremos la necesidad de defendemos del castigo esperado o del contra-ataque que es en sí mismo un ataque.

 El segundo capítulo del Génesis termina con Adán y Eva parados uno frente al otro, desnudos, sin vergüenza. Vergüenza es realmente otra palabra para culpa, y la no-vergüenza es una expresión de la condición de pre-separación. En otras palabras, no había culpa porque no había habido pecado. Es en el tercer capítulo donde se habla del pecado original y éste empieza con Adán y Eva comiendo del fruto prohibido. Hacer eso constituye su desobediencia a Dios, y ese es realmente el pecado. En otras palabras, se ven a sí mismos con una voluntad separada de la de Dios y que puede escoger algo distinto de lo que Dios ha creado. Y eso, repito, es el nacimiento del ego, la creencia de que el pecado es posible. Así que ellos comen del fruto, y lo primero que hacen después de eso es mirarse uno al otro, y esta vez sienten vergüenza y se cubren. Se ponen hojas de parra sobre sus órganos sexuales y eso se convierte entonces en una expresión de su culpa, pues se dan cuenta de que han hecho algo pecaminoso y la desnudez de sus cuerpos se convierte en el símbolo de su pecado; y contra eso hay que defenderse, lo cual expresa su culpa.

 Lo siguiente es que Adán y Eva escuchan la voz de Dios Que los está buscando y tienen miedo de lo que El hará si los captura; así que se esconden en los arbustos para que Dios no los vea. Justo ahí se ve la conexión de la creencia en el pecado-que puedes separarte de Dios-con el sentimiento de culpa por haberlo hecho; y, como consecuencia, el temor de lo que sucederá cuando Dios nos aprehenda y nos castigue. A medida que continúa el tercer capítulo, Adán y Eva ciertamente tienen toda la razón, porque Dios sí los castiga. La cosa interesante es que cuando Dios se enfrenta finalmente a Adán, éste proyecta la culpa hacia Eva y dice, "No fui yo quien lo hizo, fue Eva quien me hizo hacerlo." (Es siempre la mujer quien tiene la culpa.) Y así Dios mira a Eva, quien hace la misma cosa y dice, "Yo no lo hice. No me culpe a mí, fue la serpiente." Así vemos exactamente lo que hacemos para defendernos de nuestro miedo y culpa: proyectarnos la culpa hacia algún otro.

 Recuerden lo que dije antes: la culpa siempre exige castigo. El ego exige que Adán y Eva sean castigados por su pecado, así que cuando Dios los alcanza los castiga con una vida llena de dolor y sufrimiento, desde el momento del nacimiento hasta el fin, la muerte. Al final del día hablaré acerca de cómo Jesús deshace todo este proceso. De todas maneras, ese capítulo del Génesis es un resumen perfecto de toda la estructura del ego: la relación entre el pecado, la culpa y el miedo.

 Una de las formas principales contra las que se defenderá el ego de nuestra culpa es atacando a otras personas, y eso es lo que siempre parece que hace nuestra ira: justificar la proyección de nuestra culpa hacia otros. Es extremadamente importante reconocer cuán fuerte es la inversión que tiene el mundo y la que cada uno de nosotros tiene como parte del mundo, en justificar el hecho de que estamos furiosos, porque todos necesitamos tener un enemigo. No hay nadie en este mundo que en un nivel u otro no le atribuya al mundo propiedades de bueno y malo. Y así separamos al mundo y ponemos algunos en la categoría de buenos, y a otros en la de malos. Esto se debe a nuestra tremenda necesidad de tener a alguien sobre quien podamos proyectar nuestra culpa. Necesitamos por lo menos una persona, o una idea o grupo, que podamos convertir en el malo, en el chivo expiatorio. Esta es la fuente de todo prejuicio y discriminación. Esta es la tremenda necesidad que tenemos, la cual es generalmente inconsciente, de encontrar a alguien que podamos convertir en chivo expiatorio de modo que podamos escapar de la carga de nuestra culpa. Este ha sido el caso desde el comienzo de la historia, ha sido el caso de los principales sistemas de pensamiento, o sistemas de vida que hayan existido en el mundo. Siempre se ha predicado sobre la  base de buenos y malos.

Ciertamente puedes ver esto en la historia del cristianismo en sí. Desde el mismo principio existió el proceso de segregar lo bueno de lo malo: los judíos que creían en Jesús contra los judíos que no creían en Jesús, y luego aquellos quienes creían en Jesús separaban a los seguidores de San Pedro, San Pablo, Santiago, etc., y la iglesia se ha estado subdividiendo desde entonces. Esto se debe a la misma necesidad inconsciente de encontrar a alguien que podamos ver distinto y no tan  bueno como nosotros. Repito, es extremadamente útil para nosotros reconocer la fuerte inversión que hemos hecho en ese proceso. Esto explica porqué en el cine, todo el mundo aplaude al final cuando el bueno gana y el malo pierden. Compartimos la misma inversión en ver al malo  castigado, porque en ese punto creemos que nos hemos escapado de nuestros pecados.

Las relaciones especiales

 Lo que he estado describiendo hasta ahora en términos de la ira o el ataque es realmente una sola de las formas que toma la proyección. De las dos formas que asume la proyección ésta es la que más se destaca. Es la más destacada de las dos formas de ataque a las cuales el Curso se refiere como relaciones especiales. El concepto más difícil de entender en el Curso y más difícil aún de vivir y de poner en práctica realmente, es la idea del especialismo9 y el convertir nuestras relaciones especiales en relaciones santas.

 Las relaciones especiales vienen en dos formas. Las primeras son las relaciones especiales  de odio de las cuales hemos estado hablando-donde encontramos a alguien a quien hacemos objeto de nuestro odio para poder escapar del verdadero objeto de ese odio, nosotros mismos. La segunda  forma es a lo que el Curso se refiere como relaciones especiales de amor. Estas son las más  poderosas e insidiosas puesto que son las más sutiles. Repito, no existe en el Curso un concepto más difícil de comprender o de aplicar en uno mismo que éste. Las relaciones especiales no se  mencionan en el libro de ejercicios para estudiantes, ni en el manual para maestros, y no aparecen  en el texto sino hasta el capítulo 15, y de allí en adelante, y en cerca de los nueve capítulos siguientes, es lo que más se lee.

La razón por la cual es tan difícil reconocer el amor especial y poder hacer algo al respecto es porque éste aparenta ser lo que no es. Es muy difícil esconder de ti mismo el hecho de que estás disgustado con alguien. Lo puedes hacer por un rato, pero es realmente difícil mantener esa ilusión por mucho tiempo. El amor especial es algo diferente. Siempre parecerá que es lo que no es. Realmente es el fenómeno más tentador y engañador en este mundo. Básicamente sigue los mismos principios del odio especial, pero lo hace en forma diferente. El principio básico es que tratamos de liberamos de nuestra culpa viéndola en alguna otra persona. Por lo tanto, es realmente un velo finamente disfrazado sobre el odio. El odio, repito, es sólo un intento de odiar a alguien para no tener que experimentar el verdadero odio que sentimos por nosotros mismos. Lo que quisiera hacer ahora es mostrarles básicamente cómo funciona esto en tres formas distintas-cómo bajo la apariencia de salvamos de la culpa a través del "amor" el ego está reforzando realmente su culpa a través del odio.

 Primero déjenme describir qué es el amor especial y luego hablaremos de cómo opera. Si ustedes recuerdan, al principio cuando yo hablaba acerca de la culpa y examinaba la lista de palabras que comprenden la culpa, una de las expresiones que utilicé fue la creencia de que nos falta algo, de que tenemos cierta carencia. Esto es a lo que el Curso se refiere como el principio de escasez y es lo que sustenta toda la dinámica del amor especial.

 El principio de escasez dice que dentro de nosotros falta algo. Hay algo que no está lleno, que está incompleto. Debido a esta carencia tenemos ciertas necesidades. Y esto es parte importante de toda la experiencia de culpa. Así que nuevamente recurrimos al ego y decimos, "¡Socorro! Este sentimiento de ser nada, o mi vacuidad, o este sentimiento de que falta algo es absolutamente intolerable; tú tienes que hacer algo." El ego dice, "Muy bien, esto es lo que haremos." Y primero nos abofetea diciendo, "Sí, tú tienes toda la razón, eres una criatura miserable y no se puede hacer absolutamente nada para cambiar el hecho de que careces y te hace falta algo que es vitalmente importante para ti." Desde luego que el ego no nos dice que lo que nos hace falta es Dios, porque si nos dijera eso, escogeríamos a Dios y el ego dejaría de existir. El ego dice que inherentemente falta algo en nosotros y no se puede hacer nada para remediarlo. Pero luego dice que hay algo que podemos hacer respecto al dolor que nos causa esta carencia. Ya que es cierto que no se puede hacer nada para cambiar esta carencia inherente en nosotros, podemos buscar fuera de nosotros a alguien o algo que pueda compensar lo que nos falta.

 Básicamente el amor especial dice que yo tengo ciertas necesidades especiales que Dios no puede atender porque, repito, inconscientemente he hecho de Dios un enemigo, así que no acudo a pedir ayuda al verdadero Dios dentro del sistema del ego. Pero cuando te encuentro a ti, una persona especial con ciertos atributos o cualidades especiales, decido que tú llenarás mis necesidades especiales. De ahí es que surge la expresión "relaciones especiales". Mis necesidades especiales serán satisfechas por ciertas cualidades especiales en ti, lo cual te hace una persona especial. Y en la medida en que tú satisfagas mis necesidades especiales, tal como yo las he organizado, en esa misma medida yo te amaré. Y entonces, cuando tú tengas ciertas necesidades especiales que yo pueda llenar, tú me amarás. Desde el punto de vista del ego este es un matrimonio hecho en el Cielo.

 Por lo tanto, lo que este mundo llama amor es realmente especialismo, una burda distorsión  del amor, desde el punto de vista del Espíritu Santo. Otra palabra que describiría el mismo tipo de dinámica sería la palabra "dependencia". Dependo de ti para que atiendas mis necesidades y te haré dependiente de mí para yo atender las tuyas. Mientras ambos hagamos esto todo irá bien.

 Eso es básicamente el especialismo. Su propósito es compensar la carencia que percibimos en nosotros utilizando a alguien para que llene el vacío. Esto lo hacemos muy clara y destructivamente con la gente. Sin embargo, también lo podemos hacer con substancias y cosas. Por ejemplo, un alcohólico está tratando de llenar su vacío a través de una relación especial con una botella. Las personas que comen en exceso hacen lo mismo. Gente que tiene alguna manía como comprar mucha ropa, hacer mucho dinero, comprar cosas o tener un "status" en el mundo-todo es lo mismo. Es un esfuerzo por compensar lo mal que nos sentimos con nosotros mismos haciendo algo externo que nos haga sentir bien. Hay una sección muy hermosa y poderosa casi al final del texto,

 "No busques fuera de ti mismo" (T-29.VII). Cuando buscamos fuera de nosotros siempre estamos buscando un ídolo, lo cual se define como substituto de Dios. Realmente, sólo Dios puede satisfacer esta necesidad. Esto es el especialismo, pues: sirve el propósito del ego querer aparentar que nos protege de nuestra culpa, cuando lo que hace todo el tiempo es reafirmarla. Lo hace en tres formas básicas que ahora resumiré.

 La primera es que tengo esta necesidad especial y tú te presentas y la satisfaces para mí, entonces lo que realmente he hecho es convertirte en un símbolo de mi culpa. (Estoy hablando ahora en términos del sistema del ego únicamente; no nos preocupemos por ahora del Espíritu Santo.) Lo que he hecho es asociarte con mi culpa porque el único propósito que le he dado a mi relación y amor por ti es que sirva para llenar mis necesidades. Por lo tanto, mientras que en el nivel consciente te he hecho símbolo del amor, en el nivel inconsciente lo que realmente he hecho es hacerte símbolo de mi culpa. Si no tuviera esta culpa no tendría necesidad de ti. El hecho de que tengo esta necesidad de ti me está recordando, inconscientemente, que realmente soy culpable. Así que esa es la primera forma cómo el amor especial refuerza la misma culpa contra la cual su amor está tratando de defenderse: mientras más importante seas en mi vida, más me recordarás que el propósito real que cumples en ella es protegerme de mi culpa, lo cual refuerza el hecho de que soy culpable.

Un ejemplo útil de este proceso es imaginar a nuestra mente como un pote de vidrio dentro del cual está toda nuestra culpa. Lo que más queremos en este mundo es mantener esta culpa asegurada dentro del pote; no queremos saber nada de ella. Cuando buscamos un socio especial estamos buscando a alguien que sirva de tapa para este pote. Queremos que esa tapa esté herméticamente cerrada. Mientras la tapa permanezca bien apretada al pote mi culpa no podrá salir al consciente y por lo tanto no sabré nada acerca de ella; permanece en mi inconsciente. El hecho mismo de que necesito que tú seas la tapa de mi pote me recuerda que hay algo terrible en ese pote que no quiero que escape o se salga. Repito, el hecho mismo de que te necesito me recuerda, inconscientemente, que tengo toda esta culpa.

 La segunda forma como el amor especial refuerza la culpa es el "síndrome de la madre judía". ¿Qué sucede cuando esta persona que ha surgido para satisfacer todas mis necesidades de repente empieza a cambiar y ya no quiere hacerlo en la misma forma como lo hacía al principio? Los seres humanos tienen la desafortunada cualidad de cambiar y crecer; no se quedan estáticos como quisiéramos. Lo que esto significa, entonces, a medida que la persona empieza a cambiar,(quizá ya no me necesita en la forma como me necesitaba al principio) es que la tapa en este pote empezará a aflojarse. Mis necesidades especiales ya no serán atendidas en la forma como había yo exigido. A medida que esta tapa comienza a aflojarse, repentinamente mi culpa empieza a amenazar con salir a la superficie y escapar. El escape de la culpa significaría hacerme consciente de lo terrible que creo que soy. Haría cualquier cosa en el mundo para evitar esa experiencia.

 En un punto en el Éxodo Dios dice a Moisés, "Mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme  el hombre y seguir viviendo" (Ex 33:20), y lo mismo podemos decir nosotros acerca de la culpa: nadie puede mirar la culpa a la cara y vivir. La experiencia de afrontar lo terrible que creemos que somos es tan sobrecogedora que haríamos cualquier cosa en el mundo, excepto ocuparnos de eso. Así que cuando esta tapa empieza a aflojarse y mi culpa empieza a burbujear hacia la superficie, me aterrorizo porque de pronto me encuentro frente a todos estos sentimientos terribles que tengo acerca de mí mismo. Entonces mi meta es bien sencilla: volver a apretar esa tapa firmemente lo más pronto posible. Esto significa que quiero que vuelvas a ser como antes. No hay forma más poderosa en este mundo para hacer que alguien haga lo que tú quieras que haciéndole sentir culpable. Si quieres que alguien haga algo haces que se sienta bien culpable y hará lo que tú quieras. A nadie le gusta sentirse culpable.

 La manipulación por medio de la culpa es la marca de fábrica de la madre judía. Cualquiera que no sea judío también conoce esto. Puedes ser italiano, irlandés, polaco, o lo que sea; es la misma cosa porque el síndrome es universal. Lo que haré es tratar de hacer que te sientas culpable y diré algo así como "¿Qué te sucedió? Eras una persona tan decente, amable, amorosa, considerada, sensitiva, gentil, comprensiva. ¡Ahora, mírate! ¡Mira cómo has cambiado! ¡Ahora, te importo un bledo! Eres egoísta, egocéntrico, e insensible...." Y dale que dale y dale. Lo que realmente estoy tratando de hacer es que te sientas bien culpable para que vuelvas a ser como eras. Todos conocemos esto, ¿verdad?

 Ahora, si tú estás jugando el mismo juego de culpa, harás lo que yo quiero y la tapa se ajustará bien otra vez y yo te amaré como antes. Si no lo haces, y no sigues mi juego, me pondré furioso y mi amor se convertirá en odio (lo que era todo el tiempo). Tú siempre odias a aquel de quién dependes por las razones que di en el primer ejemplo, porque la persona de quien tanto dependes te está recordando tu culpa, la cual odias. Por lo tanto, por asociación, también odiarás a la persona a quien profesas amar. Este segundo ejemplo demuestra lo que es esto realmente: cuando ya no satisfagas mis necesidades como yo quiero, empezaré a odiarte. Y la razón por la cual te odiaré, es que no tolero bregar con mi culpa. Esto es lo que se conoce como el fin de la luna de miel. En estos días parece que esto pasa cada vez más pronto. Cuando las necesidades especiales no se atienden en la misma forma como se atendían antes el amor se convierte en odio.

Lo que sucede cuando la otra persona dice que no será más la tapa del pote es muy obvio. Entonces encuentro a alguien más. Como lo dice una de las lecciones del libro de ejercicios para estudiantes: "Se puede encontrar otra" (L-pI.170.8:7), y fácilmente. Entonces simplemente trasladas la dinámica de una persona a otra. Puedes hacer esto repetidamente, una vez tras otra, hasta tanto no hagas algo con tu verdadero problema, tu propia culpa.

 Cuando realmente sueltes esa culpa estarás listo para una relación que será diferente. Esto será amor como lo ve el Espíritu Santo. Pero en tanto no lo hagas, y tu única meta sea mantener tu culpa oculta, entonces simplemente buscas otra tapa para el pote. El mundo es siempre muy colaborador para que encontremos personas que llenen esta necesidad. Simplemente entramos en toda una serie de relaciones especiales, una tras otra, las cuales el Curso describe minuciosamente.

 La tercera forma en la cual el especialismo es un disfraz de odio y culpa en vez de amor sirve tanto para el odio especial como para el amor especial. Cada vez que utilizamos a las personas como un medio para atender nuestras necesidades no las estamos viendo como realmente son; no estamos viendo al Cristo en ellas. Más bien, sólo estamos interesados en manipularlas en forma tal que atiendan nuestras necesidades. Realmente no estamos viendo la luz que brilla en ellas; las estamos viendo en la forma particular de oscuridad que corresponde a la nuestra. Y cada vez que utilizamos o manipulamos a alguien para que atienda nuestras necesidades, realmente lo estamos atacando puesto que estamos atacando su verdadera identidad como Cristo, viéndolo como a un ego que refuerza al ego en nosotros. El ataque siempre es odio, por lo tanto siempre que ataquemos nos sentiremos culpables.

 Por consiguiente, estas tres formas son exactamente cómo el ego reforzará la culpa, aun cuando nos diga que está haciendo otra cosa. Es por esto que el Curso describe la relación especial como el hogar de la culpa.

 Repito, lo que hace al amor especial la defensa más devastadora y eficaz desde el punto de vista del ego es que aparenta ser lo que no es. Parece ser una cosa tan maravillosa, amorosa y santa cuando por primera vez surge el amor especial. Sin embargo, cuán rápidamente puede cambiar, a menos que seamos capaces de ir más allá de lo que parece ser hasta llegar al problema básico que es nuestra culpa.

 Hay una sección importante en el texto llamada, "Los dos cuadros" (T -17.1V) que describe la diferencia entre el cuadro del ego y el del Espíritu Santo. El del ego es amor especial y es un cuadro de culpa, sufrimiento y finalmente muerte. Este no es un cuadro que el ego quiere que veamos porque, repito, si realmente supiéramos qué es lo que pretende el ego no le prestaríamos atención. Así que él pone su cuadro dentro de un marco muy hermoso y adornado, que brilla con diamantes, rubíes y todo tipo de joyería fina. Somos seducidos por el marco, o por los aparentes sentimientos buenos que nos dará el especialismo, y no reconocemos el verdadero regalo de culpa y muerte. Únicamente cuando nos acercamos al marco y lo miramos cuidadosamente, vemos que los diamantes son lágrimas y los rubíes gotas de sangre. De esto se trata el ego. Esta es una sección muy poderosa. Por el contrario, el cuadro del Espíritu Santo es muy distinto; el marco del Espíritu Santo está muy suelto, se cae y nos permite ver el verdadero regalo, que es el Amor de Dios.

 Existe otra cualidad que es muy importante y la cual siempre nos indica si estamos envueltos en una relación especial o en una relación santa. Siempre podemos darnos cuenta por nuestra actitud hacia otras personas. Si estamos envueltos en una relación especial, esa relación será exclusiva. No habrá cabida en ella para nadie más. La razón de esto es obvia, una vez que reconozcas cómo está realmente trabajando el ego. Si te he convertido en mi salvador, y de lo que me estás salvando es de la culpa, eso significa que tu amor por mí y la atención que me das me salvará de esta culpa que estoy tratando de ocultar. Pero si empiezas a tener un interés que no sea yo-bien sea otra persona u otra actividad-no me prestarás 100% de tu atención. En la medida en que empieces a cambiar tu interés o atención hacia algo o alguien, en esa medida tendré menos de ti. Esto significa que si no tengo el 100%, la tapa en mi pote empezará a aflojarse. Esta es la fuente de todos los celos. La razón por la cual la gente es celosa es porque siente que sus necesidades especiales ya no son atendidas como se supone que deben serlo.

 Por lo tanto, si tú amas a alguna otra persona además de mí, eso significa que voy a recibir menos amor. Para el ego el amor es cuantitativo. Sólo existe determinada cantidad disponible así que si amo a éste no puedo amar a aquel otro en la misma medida. Para el Espíritu Santo el amor es cualitativo y abarca a todos. Esto no significa que amemos a todo el mundo de la misma manera; eso no es posible en este mundo. Lo que significa, sin embargo, es que la fuente del amor es la misma; el amor es el mismo, pero los medios de expresión serán distintos.

 "Amaré" a mis padres "más" de lo que amaré a los padres de cualquiera en esta sala, no en calidad, sino en cantidad. El amor será básicamente el mismo pero, obviamente, se expresará en forma distinta. No significa que debido a que amo a mis padres ame menos a los tuyos, o que mis padres son mejor que los tuyos. Todo lo que eso quiere decir es que estas son las personas que he escogido, porque en mi relación con ellos aprenderé el perdón que me permite recordar el Amor de Dios. No significa que debes sentirte culpable si tienes una relación más profunda con unos que con otros. Existen ejemplos muy claros sobre esto en los evangelios, donde Jesús estaba más cercano a ciertos discípulos que a otros y estaba más cercano a sus discípulos que a otros de sus seguidores. No significa que amara menos a algunos, sino que la expresión del amor era más íntima y profunda con unos que con otros (véase, por ejemplo, Mt 7:1-2 y Jn 13:23-25).

 Una relación santa significa que cuando amas a alguien no excluye el que ames a alguien más; no se hace a expensas de otro. El amor especial siempre será a expensas de otro. Siempre será un amor comparativo donde comparas a ciertas personas con otras; encuentras a algunas deficientes y a otras aceptables. El amor en este mundo no es así. Simplemente reconoces que ciertas personas te han sido "dadas" y han sido escogidas por ti para que puedas aprender y enseñar ciertas lecciones; pero eso no hace a esa persona mejor o peor que ninguna otra. Es así, repito, cómo puedes determinar cuándo una relación es especial o santa, según el grado en que excluyes  a otras personas.

 

Capítulo 3 del libro “Un Introducción Básica a Un Curso de Milagros” de Kenneth Wapnick

No hay comentarios.:

Publicar un comentario