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sábado, 2 de enero de 2021

La no-dualidad y la multiplicidad del ego

En los círculos espirituales en estos días, hay una tendencia a demonizar al ego, como si fuera una fuerza malévola que se cierne sobre nuestras vidas y cuyo único propósito es frustrar nuestros intentos de despertarnos. Pero el ego no es ni malévolo ni singular; en cada uno de nosotros conviven múltiples egos que compiten por atención y satisfacción. Si descartamos los sentimientos y las voces dentro de nosotros como meramente ego, rechazamos partes enteras de nosotros mismos y disminuimos la plenitud de quienes somos.

Freud y sus seguidores utilizaron el término "ego", que en latín significa "yo", para referirse a la función de realidad en la psique, la fuerza que media entre las necesidades y los impulsos de la identidad primitiva y el mundo exterior. Sin el ego en este sentido, no podríamos funcionar en el mundo de las relaciones y el trabajo.

Pero en las tradiciones de sabiduría no-dual, el ego generalmente se refiere a dos funciones distintas pero relacionadas: nuestro auto-concepto, o auto-constructo, la colección de pensamientos, sentimientos, creencias, recuerdos e historias que consideramos que soy yo; y la tendencia a identificarse y adherirse a este constructo. Si le preguntas a la mayoría de la gente "¿Quién eres?" La respuesta que dan es su auto-concepto. Si impugnas o atacas este concepto que tienen de sí mismo, su reacción es de auto-aferramiento, la actividad del ego. El auto-aferramiento es el pegamento que mantiene unido el auto-constructo y lo mantiene funcionando de manera condicionada.

Nuevamente, ninguno de los aspectos del ego es incorrecto, es solo que confunde y oscurece la verdad de quienes realmente somos. Cuando demonizamos y rechazamos al ego, lo que hacemos es dejarlo en la sombra, donde continúa operando de manera subliminal y puede tener aún más poder para controlar nuestras vidas. Nuestra verdadera naturaleza, la conciencia despierta, no tiene problemas con el ego, al igual que no aparta ni rechaza ninguna experiencia que surja. Solo deja que el ego ―en realidad todas las cosas― sea como es, mientras descansas en tu estado natural de conciencia despierta. En el proceso, te familiarizarás con todos los muchos impulsos, procesos de pensamiento e historias que constituyen lo que llamamos ego.

De hecho, cuando dejas de rechazar o suprimir el ego en un intento de ser más espiritual ―y/o por miedo a sucumbir a él― rápidamente descubrirás que el "ego" en realidad no es singular en absoluto. Por el contrario, hay múltiples egos que se mueven dentro de cada uno de nosotros, expresándose de manera a menudo conflictiva y contradictoria. Reconocemos esta multiplicidad cuando decimos algo como: "Una parte de mí quiere hacer lo correcto, pero otra parte sigue socavando mis intentos de permanecer en el camino". O: "Sabía que ella no tenía la intención de lastimarme, pero el niño dentro de mí se sintió rechazado".

En la psicología occidental, estos mini-egos se denominan sub-personalidades, estados del ego, complejos tonificantes, voces internas o simplemente partes. Los neo-freudianos dicen que se formaron a lo largo del tiempo en la infancia a medida que internalizamos nuestras relaciones más importantes con otras significativas, conocidas, bastante infelizmente, como relaciones de objeto. Por ejemplo, si uno de tus padres te hiciera sentir estúpido o inútil constantemente, desarrollarías una parte que siempre se siente inadecuada, no importa cuánto lo intentes. Quizás la más conocida de estas partes, o relaciones de objeto, es el niño interior (o niños), que a menudo se invoca y se aborda en la terapia individual.

Cada una de estas partes tiene su propia autonomía, sus propios pensamientos y sentimientos únicos basados en su propia versión idiosincrásica de su historia de vida. Cuando hablamos del ego, debemos tener en cuenta esta multiplicidad. El ego aparece en muchas formas y disfraces diferentes, con muchas historias diferentes que contar.

Una parte de nosotros puede sentir miedo en una situación dada, otra parte ira, etc. Si intentamos luchar contra todas, nos convertimos en el mito griego como Hércules, tratando de cortar la cabeza de la Hidra solo para que aparezcan dos más en su lugar. En cambio, podemos acogerlas a medida que surjan, reconocerlas, tal vez incluso darles un poco de tiempo para escuchar lo que tienen que compartir, extender amor y compasión hacia ellas desde la verdad de nuestro ser, y luego dejarlas pasar sin identificarse con ellas.

Stephan Bodian

Formado durante una década como monje budista zen y con licencia como psicoterapeuta, Stephan ha sido pionero en la integración de la sabiduría oriental con la psicología occidental y en la aplicación de la atención plena (mindfulness) en la vida cotidiana.

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