Nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado.
—Víctor Hugo
A lo largo del último siglo, en diversas disciplinas científicas hemos visto una aceleración y profundización de los conocimientos que atañen a esos campos del saber. Se ha producido una ampliación de los horizontes. Sirvan como ejemplo la física clásica que a comienzos del siglo XX se abre a la física cuántica, o las innovaciones en la comprensión de la célula en biología. En paralelo con estas renovaciones, ampliaciones y profundizaciones históricas podemos ahora contemplar las ideas que renuevan el campo del crecimiento personal y la espiritualidad, dejando a un lado planteamientos más ligados a la religión.
En general, podemos decir que la espiritualidad —más práctica y experiencial—, empieza a ocupar para muchas personas el lugar de la religión, más dogmática y ritualista, y a veces con tendencias autoritarias. Los principios de la espiritualidad son comunes a todos los seres humanos, y por tanto universales.
Como en esos otros ámbitos del conocimiento, se hacía necesaria una renovación, una nueva comprensión y profundización de las ideas sobre Dios, el ser humano, y una revisión de las clásicas preguntas existenciales: ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Y, sobre todo, ¿quiénes somos, ¿cuál es nuestra identidad?
Dentro del ámbito de la espiritualidad, podemos decir que Dios es una experiencia, no una idea. En este sentido, aunque las religiones occidentales en general han dado mucha más importancia a un Dios lejano y trascendente, nuestra tradición mística siempre ha reconocido a Dios inmanente, y la posibilidad del ser humano de acceder a la experiencia de Dios. Dios no se esconde. Se le puede conocer. Es posible establecer una relación con Él.
Este hilo de oro conservado por las tradiciones místicas a lo largo de los siglos se presenta ahora al gran público con renovadas esperanzas de abrir la puerta al colectivo humano a una identidad trascendente.
En mi opinión, Un curso de milagros es el texto que representa una renovación en la aproximación a Dios equivalente a las innovaciones ocurridas en otras disciplinas. Es el libro que nos ofrece respuestas coherentes a estas preguntas, y es singularmente eficaz porque no deja preguntas sin contestar.
Por una parte, presenta comprensiones psicológicas ya conocidas, aunque no plenamente exploradas, como el hecho de que nuestra identidad parece estar dividida entre consciente e inconsciente, o la existencia de la culpa inconsciente. Por otro propone una serie de ideas metafísicas innovadoras, como que solo hay una mente y que todos somos la misma mente: la Mente Una.
El primer enunciado del Curso es tan simple como inapelable. De hecho, produce una curiosa resonancia. Cuando uno lo oye, sabe que es verdad. A muchos nos llega hasta el tuétano.
“Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios.”
A continuación, quiero facilitar una lista de algunos de estas ideas que renuevan la aproximación a lo divino, a lo trascendente. Esta lista no sigue un orden concreto y tampoco es exhaustiva. El contenido del Curso no se agota aquí. Más bien, esta lista tiene la intención de servir de ejemplo de los nuevos aires que ahora podemos respirar los seres humanos. En conjunto constituyen una aportación impagable a nuestro progreso colectivo.
El pecado no existe. Nadie ha hecho nada irreparable. Se trata solo de errores.
El sufrimiento no aporta ningún mérito; no tiene sentido ni vale para nada. Dios no quiere que suframos por ningún pecado, no exige ningún sufrimiento y el sufrimiento no expía nada.
Hemos sido creados en y para la felicidad. Merecemos la felicidad por razón de los que somos y de Quién es nuestro creador.
La salvación es para la mente y solo se consigue por medio de la paz.
Tenemos la libertad de elegir qué sistema de pensamiento queremos seguir: el de separación del ego o el de unión del Espíritu. Las consecuencias serán muy distintas.
Somos el Hijo de Dios colectivo, esto supone un enorme cambio y ascenso en nuestra identidad. Tenemos una identidad compartida, no individual.
Nuestro único problema es la aparente separación de Dios, que en realidad nunca ocurrió. La solución a este problema es el perdón de los pensamientos que nos desvían de la unión con Dios. El perdón es algo que hemos de aprender y practicar, y nos ha de ser revelado.
La causante de nuestra condición es la culpa, inconsciente y compartida colectivamente. El camino pasa por deshacer la culpa, que inconscientemente pide castigo.
Como decíamos, esta es una serie de ideas del Curso seleccionadas al azar, y hay muchas más. Este conjunto de ideas representa la esperada renovación en el campo de la religión, la espiritualidad y el crecimiento personal. Se trata de ideas muy poderosas que ya están empezando a calar en sectores todavía minoritarios de gente, pero se extienden a toda velocidad. Los medios de comunicación interpersonal permiten que estas ideas se repitan una y otra vez en wattsapps, emails, etc. y que la cantidad de personas a las que llegan crezca de forma exponencial. Están son las ideas que tienen el potencial de cambiar el presente y el futuro de la humanidad.
Autor: Miguel Iribarren
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